XXXI

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Ya no te siento,

ya no te extraño,

ya no te vivo,

ya no te pienso,

ya no te amo,

y Miles de Mentiras más…

Christopher Clímaco

XXXI

La única ventaja que tenía a su favor es que ya conocía Manhattan y también un poco del resto de Nueva York.

Las desventajas eran que ya había pasado más de un mes y hasta ese momento el lugar más accesible y cercano a esa isla, que había encontrado era un horrible departamento en Brooklyn. Otra era que después de una semana seguía sin conseguir un buen empleo. Y para colmo, ya se le había terminado el dinero.

Por supuesto que aún contaba con sus ahorros aún bien guardados en su cuenta bancaria, pero eso era algo que solo pensaba ocupar hasta que encontrará un sitio en donde vivir; sin embargo, aquello era una emergencia.

Esa tarde, mientras caminaba por el barrio italiano, pensando en comprar algo económico que pudiera comer y luego tomar un transporte que le llevará hasta el banco, en una pequeña puerta, en medio de dos locales de pizza, encontró un letrero anunciando la disponibilidad de un pequeño espacio en renta para vivienda u oficina.

—¿Quieres verlo? —una chica, le pregunto desde la entrada de una de las pizzería..

—¿Es posible? —le motivo la curiosidad.

—Dame un minuto, iré por las llaves —la joven no tardó demasiado, abrió la primer puerta, dejándole entrar en el pasillo, luego abrió una segunda puerta, en la primer planta y entraron.

Aquel lugar no era tan grande; era una sola pieza con un espacio donde estaba el baño y otro rincón en donde había una pequeña estufa. Más que suficiente para ella.

—Es lindo…

—Por ahora es el único que tenemos disponible, pero arriba hay otros departamentos más grandes. ¿Tienes muchas cosas?

—En realidad… —suspiro—. Solo tengo mi maleta y muchas ganas de salir adelante.

—Ya veo —se había percatado de la maleta—. ¿tienes trabajo? ¿A qué te dedicas?

—Soy enfermera, pero aún no encuentro trabajo en la ciudad.

—Mi tío me comentó que, luego de la epidemia, hay poco presupuesto y por eso los hospitales se han mantenido con el poco personal que aún tienen, aunque es obvio que necesitan manos. Si gustas, te daré su nombre y la dirección de su clínica; esta por volver a dar servicio y, según entendí, necesitará una enfermera.

—¿De verdad? Te lo agradeceré… pero volviendo a lo de la vivienda…

Había tardado más de lo imaginado y a esa hora ya no podía hacer nada. El banco estaba cerrado, ya era muy tarde como para buscar un hotel en donde quedarse y ya no tenía suficiente dinero para buscarlo. Lo único que se le ocurrió hacer, fue ir al teatro de la compañía Stratford y preguntar por Karen.

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