XIV

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“Lo que entra a la cabeza, de la cabeza se va.

Lo que entra al corazón se queda y no se va más.”

Atahualpa Yupanqui.

XIV

—Buen día. Veo que estás por salir —observó el rubio—. Si me permites pasar; trataré de ser breve…

—Sí, claro. Disculpa; me sorprende verte aquí. —hizo una pausa mientras cerraba la puerta—. Toma asiento; por favor. ¿Qué te trae por aquí?

—Supuse que lo sabrías…

—Candy… —murmuro—. ¿Le sucedió algo?

—Ella está bien. Seré breve ya que al parecer tienes prisa. —aseguro; mientras Terry se mantenía atento, sin atreverse a decir nada más que lo estrictamente necesario.

—Te escucho…

—¿Aun la amas? —fue directo.

—Bueno yo… —meditaba sus palabras—. Hace años que tengo un compromiso…

—Eso no es lo que pregunte. Pero nunca esperé que fueses honesto —aseguro—. Sin embargo; has resuelto mi duda —ambos permanecieron en silencio por unos segundos; mientras cada uno meditada en lo que estaba sucediendo.

—¿Eso es todo? —finalmente Terry retomó la palabra—. Te recuerdo que hay otro lugar en donde requieren mi presencia…

—Por supuesto… —respondió el rubio, con solemnidad—. Sólo quiero pedirte un último favor.

—Lo que sea; dalo por hecho —aseguro, más que incómodo.

—No vuelvas a acercarte a Candy —fue directo.

—¿Qué? —no podía creer que le hubiese pedido algo así.

—En el pasado, ella sufrió mucho cuando ustedes se separaron. Ha hecho hasta lo imposible por estar donde esta, cómo está y con quién está… —el actor supuso a quien se refería—. No arruines su sueño de volver al hogar de Pony, convertida en una gran médico…

—Yo… yo no entiendo a qué viene todo esto.

—La seguridad del edificio me informo que hace algunos días, un joven con la misma descripción que tú, estuvo en un auto, a un costado del museo, tocando la armónica, a altas horas de la noche. No sé y no me interesa saber cómo es que diste con ella; simplemente quiero que la dejes en paz.

—¿Acaso la quieres solo para ti? —se mostró burlón.

—A pesar del contexto de la pregunta, te aclaro que ella no es de mi propiedad. Sin embargo, es una Andrew y como tal, al igual que con todos los demás miembros de la familia; mi obligación es cuidarla y apoyarla.

—¿Niegas que tu cercanía con ella es inusual?

—Mi cercanía con ella es gracias a los lazos de amistad que tenemos, que, aunando al parentesco, los fortalece. No quieras ver algo en donde no lo hay.

—Albert… —no sabía que decir.

—Solo vine a pedir que no vuelvas a molestarla. Ella ya superó el trauma que vivió gracias a la señorita Marlowe y a ti. Además; un verdadero caballero no pretendería a otra dama, mientras su prometida se encuentra desahuciada…

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora