XXVIII

510 60 5
                                    

Yo me quiero contigo,

tenerme a tu lado,

besarme en tus labios.

Brenda Villa


XXVIII

Ella no volvió a llamar. Había asegurado comunicarse pronto, cuando en realidad, nunca lo hizo. Incluso, lo más probable, era que ella jamás tuvo la intención de volver a llamar.

Y muy a su pesar, no le culpaba, al contrario, le comprendía.

¿Cómo reclamarle, si ya una vez él había hecho exactamente lo mismo?

Sí. Había mantenido en silencio todo lo ocurrido con Susana, hasta que fue muy tarde y descubrió que, inevitablemente, Candy se había enterado e incluso se atrevió a buscarla. Pero, a pesar del pasado y de todo lo demás, se sentía ofendido y abandonado.

Pero; ¿Qué importaba su infantil pesar, cuando tenía cosas más importantes con las que lidiar?

Sin duda alguna, aquella situación había sido inclemente con el joven actor, que después de regresar todo el dinero que Candy le había “prestado”, se encontró atascado en las deudas adquiridas para completar los pagos por la hospitalización y funerales de Susana; prácticamente lo había perdido todo a excepción de su auto, que aquel día había dejado en casa de Eleonor, y el cual decidió que vendería en última instancia.

Con pesar, no podía hacer nada, más que admitir que gracias a su madre, había logrado sobrevivir.

Que lamentable fue aquel tiempo y que aliviado se sintió, cuando finalmente durante el verano se anunció la propuesta para la reapertura de los espacios públicos. Entonces no tardó en anunciarse la fecha para comenzar los ensayos y reanudar las representaciones de la última puesta en escena.

—A Chicago… —esa misma tarde, emocionado por el alivio que el trabajo representaba, decidió descolgar el teléfono y tratar de comunicarse con ella; tal vez, con un poco de suerte, había pensado erróneamente—. Con la señorita Candice, por favor —fingió la voz, al reconocer a Archie—. De parte de Richard Graham —esperaba que la rubia se percatara de quién era en realidad—. Somos compañeros en el Colegio de Medicina… Claro… no colgaré… —había caído, solo esperaba que la rubia siguiera el juego.

—¿Hola? —la voz de la rubia era diferente.

—Candy; soy Terry…

,—¡Ah! ¡Si! —trataba de parecer emocionada, pero ni siquiera era capaz de lograr un tono de voz convincente—. Ya recordé quien eres. Y; ¿Cómo estás?

—Bien; ¿y tú? —a pesar de la distancia, sentía como le embargaba una extraña incertidumbre; tal vez llamarle no había sido tan buena idea—. Candy; yo… yo… —tenia ganas de decirle cuánto le extrañaba, de contarle sobre los ensayos que estaba por retomar, por lo triste y solitarios que habían sido sus días, y por lo mucho que esperaba volver a verla pronto; pero no pudo pronunciar nada de eso.

—Gracias por tomarte la molestia y llamar para avisarme sobre el reinicio de clases, pero ya no regresaré a Nueva York… —Terry permaneció mudo, aún procesando aquella información—. Gracias… No te preocupes, iré a Harvard para el próximo curso… Adiós…

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora