XV

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XV

Ella había causado una gran impresión en él, desde el instante mismo en que la conoció.

Con cariño guardaba el recuerdo de la mirada tímida y confundida que le dirigió aquel primer encuentro en la estación de trenes. También atesoraba la memoria de su paseo por Central Park, cuando ella misma le tomo del brazo, al igual que muchos instantes más. Todos eran agradables momentos que le instaron a soñar y que ahora solo le causaban un profundo dolor.

—Candy… —musito a lo lejos, al verla entrar a las oficinas Andrew, sin que ella se percatara de su presencia.

Con una media sonrisa, se obligó a mantenerse a la distancia y a mirarla de reojo.

Había pasado casi una semana desde la última vez en que estuvo en su compañía, justo cuando salieron a recorrer Broadway, fingiéndose algo que él nunca había sido y que quizá nunca sería; un caballero de sociedad. Al menos, lo había pasado bien, se había deleitado con la ilusión de algo que jamás sucedería y había logrado disfrazar a su corazón destrozado, con la simple idea de que quizá ella ocultaba sus sentimientos.

Pero ella lucia tan jovial y segura como siempre, irradiando aquel optimismo que parecía nunca abandonarla y ahora, a pesar del deseo de acercarse, solo le recordaba lo equivocado que había estado.

—Después de todo, resultaste ser igual que cualquier otra chica de clase alta… —musito, buscando un buen pretexto para decepcionarse, mientras ella desaparecía de su panorama.

—Simon; ya puedes pasar —anuncio una de las secretarias y el hizo lo propio; entro a firmar su renuncia.

Con nostalgia abandono aquel edificio, mientras se despedía de algunos compañeros que le desearon mucha suerte. Había trabajado ahí desde que era solo un adolescente, por lo que le costaba cerrar ese ciclo; sin embargo, estaba pensando en sumar a la señorita White a este cierre.

Salió de las oficinas, sin mirar atrás, pensando en como hacer rendir su finiquito, al menos, hasta que recibiera algo por parte del hospital y la mensualidad de la beca. Solamente deseaba gastar lo suficiente en un lindo vestido para su madre, qué buena falta le hacía. Llego a la esquina y justo antes de cruzar la avenida, le escuchó.

—¿Simon? —era ella; la última persona con quién deseaba conversar—. ¡Espera por favor! —por un instante dudo, pero fue el tiempo suficiente para que le diera alcancé—. Simon…

—Hola, Candy —sonrió de lado antes de apretar los labios.

—No te he visto desde…

—He estado ocupado —le interrumpió—. Incluso ahora, solo me quedan pocos minutos libres, antes de que comience mi siguiente clase —la joven rubia enseguida se percató de la actitud cortante del muchacho.

—Disculpa —ella no tenía ni idea de lo que le sucedía, ni porque había dejado de visitarla tan de repente—. Solo quería avisarte que mañana partiré de viaje y… —el semblante firme del futuro médico le cohibió—. Me preguntaba si…

—Estoy bastante ocupado con las clases, prácticas y los pacientes que ahora debo atender —le volvió a interrumpir, pensando que no tenía porque darle explicaciones—. Tan solo es el comienzo y ya he tenido que pasar días enteros ahí.

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora