VIII

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No me siento perdida.

Es solo que no sé dónde termina el mar que llevo dentro y
a veces me ahogo.

Aquella Orilla Nuestra — Elvira Sastre

“Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes.”

W. Shakespeare

VIII

—Nunca pensé que se trataría de algo tan delicado —y así fue, pues cuando Robert les informo de la razón por la cual Terry estuvo ausente durante los primeros ensayos, rápidamente, ella también imagino que era un nuevo drama de la chica, para seguir reteniendo a su querido amigo.

—No sé qué hacer, ni siquiera sé qué pensar —hizo una leve pausa mientras se rascaba la nuca—. Te lo juro Karen no sé si esto es bueno o malo, o si debería alegrarme.

—Debe ser difícil —sentada a la orilla del escenario, reflexionaba al respecto—. No hay nada porque alegrarse —por un instante pensó en contarle sobre su encuentro con la enfermera—. Después de todo, el sufrimiento de Susana es algo que no se le desea a nadie y solo resta hacer lo posible porque este cómoda en sus últimos días.

—Tomando en cuenta la dichosa epidemia de influenza; quizá eso acelere su partida — comento, mirando hacia abajo, jugando con el pie al borde del escenario.

—Iré a visitarla en cuanto me sea posible —levanto la vista, encontrándose con la mirada triste del actor—. Sí necesitas algo; ya sabes qué cuentas conmigo.

—Gracias, Karen —le regalo una leve mueca que casi parecía una sonrisa.

—Comprendo que será difícil —comenzó a levantarse al notar que Robert se aproximaba—. Míralo como una etapa que ya esta por terminar y después, quizá tengas la posibilidad de recuperar todo lo que has perdido en este proceso —guiño.

Para el joven actor quedó claro a quien se refería su simpática compañera. Por lo que sentimientos encontrados le llenaron el corazón; por un lado y sin importar como, finalmente se liberaría de las Marlowe, y por el otro, lo último que deseaba era escuchar, de propios labios de Candy, que ya no le amaba.

Aquella noche el insomnio se negaba a darle tregua. Cansado de sus propios tormentos finalmente se levantó de la cama, descalzo fue hasta la cocina y tomo un vaso con agua.

—Ojala se muera rápido —lleno de furia contra su opresora, balbuceo cobijado por la soledad que le rodeaba—. Ojalá que se muera —repitió antes de terminar el agua que aún sostenía, sin estar completamente seguro de a quien había deseado aquel último anhelo.

x – x – x

—¿Qué haces tú aquí? —un par de días después, la infortunada ex actriz recibía una visita fuera de su agrado.

—Ya me imaginaba que me recibirías justo como lo has hecho —aun sin responder dejo un lindo ramillete de flores en el mueble cercano.

—No podría recibirte de otra manera —deseaba con toda el alma golpearla con las malditas flores que le llevó; pero era imposible.

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora