XXV

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XXV

—¡No hice este viaje tan largo, además de arriesgado, solo para que me digas que lo has pensado mejor y no regresaras a Chicago! —luego de atrasar la hora de la comida, solo para esperar a Candy, sin duda, había perdido el apetito después del segundo bocado, justo cuando la rubia había comenzado a hablar.

—Yo no te obligue a venir —ella ni siquiera había tocado el contenido de su plato—. De hecho, pensé que sería George quien vendría por mi.

—¿En serio? —afirmaba con ironía—. Y entonces te habrías ahorrado esto, porque George solo aceptaría tus decisiones. O simplemente, escaparías de él en cuanto tuvieras una oportunidad.

—Todo depende… —el rubio sonrió con incredulidad.

—¿Qué has hecho con la Candy dulce, de siempre? —pregunto, tratando de convencerse de que aquello era una broma—. Tú no eres así.

—Tal vez nunca he sido lo que te imaginas —de pronto se sintió avergonzada; después de todo, gracias a la intervención del hombre que tenía en frente, había tenido grandes y significativas experiencias—. Además; tú tampoco has sido completamente honesto conmigo… —murmuro, pero no lo suficientemente bajo, como para que no le oyera.

—¿En serio? ¿Esta es la forma en que merezco que me trates? —Candy sabía que él, menos que nadie, merecía una discusión como esa; sin embargo…

—¿Y qué dices de mi? ¿simplemente porque me has adoptado merezco este tipo de trato?

—Nunca te he tratado mal.

—¡No! ¡Yo sé que no! Pero nada justifica que quieras decidir sobre las personas cercanas a mi.

—Nunca he intentado algo así.

—¿¡No!? ¿Y que me dices de Terry?

—¡Solo intento protegerte!

—Soy perfectamente capaz de protegerme a mi misma. Eso es algo que he demostrado una y otra vez.

—¡Lo sé! —por un instante se sintió acorralado, sin saber que más decir—. Pero no me gusta verte triste. Tú sabes que no me agrada verte llorar, y…

—¡Claro! Ya lo sé… —rio con ironía, mientras él le miraba incrédulo—. “Te ves más linda cuando ríes, que cuando lloras” —inevitables lágrimas comenzaron a formarse entre sus párpados, obligándole a tomar un respiro, mientras luchaba por controlarse.

—Es que así es.

—Durante muchos años, pensé que ese era un objetivo, que verme linda era algo por lo que valía la pena no mostrarme tal cual soy, pensé que, como al príncipe de la colina le había gustado así, absolutamente nadie en el mundo me apreciaría si me veían llorar. Toda mi vida, desde que solo era una niña, he luchado conmigo misma por mostrarle a todos una sonrisa antes que un par de lágrimas. Toda mi vida, desde esa tarde en la colina, he procurado que aquella máscara feliz nunca caiga de su sitio, al menos no, cuando estoy con otras personas, e incluso a veces conmigo misma ¿tienes idea de cuántas veces me he mentido, tratando de no llorar? ¿tienes idea de cuántas veces he tenido que sonreír a personas que no me agradan o no les agrado? ¿tienes idea de cuántas veces me he considerado una persona desagradable, solo porque no pude evitar llorar? ¿tienes idea de cuántas lágrimas me guarde para mí y solo para mí? ¿Tienes ideas de cuantos traumas me ha causado eso?

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora