XXIV

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XXIV

Nunca pudo amarle…

Ella no lo amaba…

Candy jamás estuvo enamorada de Simon…

¿Cómo esperaba que, después de una confesión como aquella, logrará conciliar el sueño?

Era absurdo y sin embargo, ella dormía profundamente.

Atormentado por aquella avalancha de pensamientos, desde la incómoda posición en que estaba, desvío la mirada del techo hasta el rostro de la rubia que varias horas después seguía aferrada a ese abrazo; sin importan que solo podía disfrutar de unos pocos detalles de sus facciones.

Terry resopló mientras sonreía y pensaba que al menos había conseguido dormir unas cuantas horas antes. Pero ahora, justo cuando volvía a sentir el peso del cansancio, el sol comenzaba a colarse por entre las cortinas.

—Candice White Andrew… —musito aquel nombre, deseando hacer una confesión que fuera igual de significativa que la que ella había murmurado antes—; en mi, jamás nada ha cambiado, sigues siendo la dueña de mi corazón —sabía que ella continuaba durmiendo.

Aquel joven se percató de la manera en que ella suspiraba y apretaba, al menos durante unos segundos, el abrazo; como si su subconsciente hubiera captado sus palabras. Sonrió con disimulo y cerró los ojos disfrutando de lo que restaba de aquella noche, aunque aún era tangible el sufrimiento de la rubia.

x – x – x

Aquella época no tenía piedad, ni siquiera de una familia doliente; ya que los funerales se habían visto reducidos a la familia mas cercana, una rápida bendición y el veloz enterramiento, sobre todo, cuando se trataba de alguien cuya causa de deceso había sido la influenza.

A su lado, en medio de aquel lúgubre lugar donde cualquiera podría decir que se escondían, a pesar de que habían saludado a la familia y se habían presentado con ellos, Terry cumplía con su palabra y acompañaba a Candy, en aquel instante.

—¿Por qué no te acercas más? —en algún momento, no pudo evitar formular aquella pregunta, a pesar de que le parecía que la respuesta era clara; todas esas personas vestían ropas bastante descuidadas, delatando a primera vista, la precaria situación en que vivían.

—Ni siquiera tuve oportunidad de conocerlos antes… —musito la rubia con pesar—. No sé cómo acercarme más… —le parecía insólito que la siempre confianzuda Candy, no supiera como iniciar una charla con alguien desconocido.

Durante los escasos minutos en que estuvieron ahí, Terry no dijo nada más. Se limitó a acompañarla y a apresurarse, para salir, luego de que todo terminará tan rápido como inicio. Entonces algo le sugirió que la rubia se sentía avergonzada; tal vez por aquella idea que tenía, respecto a haber influenciado en la decisión que le llevo a la muerte; quizá por que se sentía culpable de seguir viva, o quizá por la clara diferencia de clases sociales. Aunque esta última le parecía la razón mas absurda.

Aquella pareja se apresuró, abordó el auto de Terry y así como habían llegado a aquel cementerio, se marcharon.

Durante aquel breve viaje, Terry aprovecho la oportunidad para pasar a su departamento y cambiarse de ropa, mientras Candy le esperaba en el vestíbulo, aún incrédula de haber aceptado entrar ahí, sin pronunciar una sola palabra, recordando la última vez que había estado en aquel lugar y entrelazando esas memorias con las de la noche anterior.

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