XXVI

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Aunque

la distancia nos suelte de la mano,siempre, siempre te voy a querer, estaré contigo, no como quisiéramos, pero estaré…
Danns Vega

XXVI

—Por favor, Candy. No aumentes mi tormento —la rubia nunca imaginó el furor que le invadiría al estar tan cerca de él, pero tampoco pensó que le detendría con aquellas palabras—. Mañana, a esta misma hora, estarás muy lejos de aquí y… ni siquiera sé si nos volveremos a ver. Con la epidemia al grado en que está, no sé que podría pasar.

—No digas eso… —se abrazo aún más fuerte al pecho desnudo sobre el que se recargaba—. No sé si podría soportar si algo te pasa...

—Y me pides que no diga algo así… —sonrió y le regreso el abrazo—. Eres la persona más fuerte y valiente que conozco.

—Eso es mentira —ante ese comentario, el actor soltó el abrazo, sin alejarla, solo tomo su barbilla y le obligó a mirarle.

—Te equivocas. Lo eres. Eres como un ave fénix que renace de sus cenizas. Estoy seguro de que, si llegas a tocar fondo y ahogarte en pena, luego, un día, cuando menos te lo imagines, de pronto volverás a sonreír —le impacto escuchar que alguien le describía así.

—Ven conmigo, por favor… —no supo que más decir.

—No puedo —volvió a abrazarla, mientras ella volvía a recargarse sobre su pecho.

—Pero… —temblaba, no solo de frío, sino porque no sabía que hacer.

—No puedo dejar a Eleonor sola. No tiene a nadie que realmente se preocupe por ella, más que a mí.

—Entonces; déjame quedarme contigo —sugirió animada.

—¿Y que Albert regrese solo? No. ¿Qué harías si algo le pasa durante el viaje? —tenia razón, seguramente se culparía, una y otra vez, y se odiaría ella misma por haberle dejado viajar solo; ¿Qué debía hacer?

—Siendo así; déjame quedarme aquí, durante el resto de esta noche… —quiso volver a decir que no, que dejara de insistir, pero reflexionó en lo que habían estado hablando.

Aquel muchacho no dijo nada más, simplemente le hizo fijar su mirada en él y sonrió.

¡Claro que le amaba! ¡Claro que le dolía el tener que verla partir una vez más! ¡Claro que tenía miedo de perderle de nuevo y para siempre! Pero, conmovido con aquella mirada suplicante, le dio un tímido y conciliador besó que pronto cambio a uno más profundo, al que ella se aferró.

x – x – x

La alarma del reloj sonó exactamente a las cinco, treinta de la mañana. Adormilado y como pudo, Terry se estiró para apagarle y terminar de una vez con todas con aquel escándalo.

—¿Candy? —la rubia parecía seguir durmiendo, abrazada a él.

—Ya desperté… —musito, sin poder evitar estirarse—. Pero no me quiero ir… —se quejo, luego de darle un beso y mientras le volvía a abrazar, sin dejar de mirarle.

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora