Miles de Mentiras

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“¿Puedo alejarme cuando mi corazón está aquí?”

Romero y Julieta — W. Shakespeare

“Y sí, heme aquí… jugando a ser aire tuyo, cuando ni me respiras”

Julia María del Prado

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—¿Qué haces aquí? —a pesar de no poder mover un solo musculo, había un profundo resentimiento en su mirada.

—Susana… —finalmente le enfrentaba.

—¿Has venido a comprobar mi estado?…

—Estoy aquí por error —le interrumpió—. Ni siquiera sabía que estabas aquí —mintió.

—Eres una sucia mentirosa. No creo en tu hipocresía.

—No me interesa si me crees o no. Y no pienses que soy hipócrita; porque tú y yo no somos iguales —respondió controlando sus emociones, tal si fuera una actriz sobre el escenario—. Vine a visitar a Simon y…

—¡Has venido a comprobar mi estado y a quitarme a Terry! —Candy no sabía si fingía , se contenía o el drama de la chica era real.

—No seas absurda; a mí no me gusta valerme de trucos, para obtener la compañía de alguien. Por mi; puedes guardarte a Terry por dónde te quepa —no estaba segura de lo que respondía, pero no quería causar un escándalo y dar problemas al chico—. Simon me daba un recorrido por las instalaciones y tuve que esconderme para que no le sancionen.

—¿Quién es ese tal Simon?

—Simon es… él es… —no estaba segura de cómo responder.

—¡Eres una vil mentirosa! —ataco cuando la enfermera guardo silencio.

—Simon es mi prometido —incapaz de darle la razón, respondió lo primero que vino a su mente—. ¡Y si no me crees; puedes preguntarle a Karen Kleiss!

—¿Tu?…

—Sí. Mi prometido —alentada por una ola de confianza al ver que la ex actriz meditaba la situación, acentuó sus palabras—. ¡Y si quieres; cuando salgas de aquí puedes ir a nuestra boda! —fingió no saber el mal que aquejaba a la chica—. Puedes llevar a Terry; para que baile contig…

—¿Candy? —no había alcanzado a escuchar bien, pero era claro que el ambiente en aquella pieza no era cordial—. Creo que deberías irte ya…

—Sí… Como digas —la paciente los veía con curiosidad.

—Tendrás que salir sola —se aproximo a checar el suero—. Para despistar.

—Sí. —se acercó y le sorprendió despidiéndose de él con un beso en la mejilla, y salió a toda prisa, sin atreverse a dirigir una sola palabra más a su ahora espectadora.

—¿Tú eres Simon? —pregunto la rubia en cuanto su rival se marchó.

—Sí. Lamento los inconvenientes. Todo es mi culpa; yo le pedí que se escondiera aquí y que fingiera que había venido a visitarle. En serio lamento mucho si le molestamos.