•°。☘: InoTan {1}

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La curiosidad se amontonaba en los bellos verdes orbes del joven pelinegro.

Como cazadores de demonios siempre estaban moviéndose de un lugar a otro, recorriendo distintos lugares, estando un día en la desarrollada ciudad de Tokio y al siguiente en las inhóspitas montañas.

Él prefería la seguridad que le daban los cerros y los valles, mientras más árboles mejor. Después de todo, Inosuke Hashibira creía ser el Rey de la Montaña.

Nadie conocía la naturaleza como el de mechones azules, quien decía que conocía la madre tierra como la palma de su mano.

Pero estaba equivocado.

Recién habían terminado una misión, en el territorio que hoy en día sería Ōsaka. Estaba con Tanjiro, Zenitsu y Nezuko, la cual ya estaba dentro de la caja.

Deambulaban por las calles de la ciudad, por primera vez en bastante tiempo que no les habían dado una misión inmediatamente después de acabar otra.

Merecían este descanso, ¿No?

Inosuke miraba con desgano todo el sector, no había nada en especial, hasta que su vista se fijó en una cosa azul que se movía.

—¡Un demonio!—Gritó, desenvainando sus espadas de inmediato.

Sus compañeros se pusieron en guardia al instante.

—¿¡Dónde!?—Vociferó Tanjiro.

—¡Esa cosa azul!—Gritó, señalando algo en el horizonte. El pelirrojo no podía ver a que se refería, así que Inosuke tomó el rostro de este con ambas manos y lo hizo mirar.—¡Es un demonio gigante!

Cuando el Kamado entendió a que se refería Inosuke, rió por la inocencia del chico. Guardó sus katanas, para acariciar el cabello de su "amigo".

—Eso no es un demonio, Inosuke.—Dijo.—Eso es el mar.

—¿Mar? ¿Qué rayos es el mar?—Preguntó frustrado.

Tanjiro se quitó la caja de la espalda y se la pasó a Zenitsu, así podría tener más movilidad. Tras esto tomó la mano del pelinegro y lo forzó a correr hacia el mar.

El chico jabalí intentó retroceder, algo asustado por acercarse al mar, pero el agarre que mantenían sus manos lo invitaba a confíar plenamente en Tanjiro.

Él sabía que el pelirrojo nunca lo traicionaría. Lo sabía tan bien, como sabía el secreto que compartían.

Primero fueron las miradas furtivas que se daban. Aunque al inicio eran contactos sólo accidentales, se fue volviendo una obsesión el juntar las brasas ardientes de los ojos de Tanjiro con los orbes idénticos a los bosques primaverales de Inosuke.

Tras eso comenzaron a tener algo más de confianza, a pesar de que aún les daba vergüenza, disfrutaban el unir sus manos o acariciar el cabello del otro.

—¡Hey, Tanjiro! Estamos demasiado cerca de esa cosa.—Reclamó el ojiverde, algo asustado por lo desconocido.

Kamado lo ignoró y siguió corriendo, ya llegaban a la playa, se lo indicaba su olfato al sentir los leves toques salados en el aire. Además podía sentir como la siempre apreciada brisa marina golpeaba sus rostros, obligándolos a entrecerrar sus ojos para poder ver bien.

Finalmente llegaron al gran campo de arena que era la playa. Tanjiro se quitó sus sandalias, el Hashibira lo imitó, sin saber que debía hacer.

El contacto con la arena era una sensación nueva. Le daba cosquillas en las plantas de los pies, como cuando el ojirubí trazaba los músculos de sus brazos con los dedos.

—El mar es un montón de agua salada.—Simplificó el chico.—Y es muy grande. Como miles de ríos, pero salados.

¿Agua salada? Aquello le provocaba gran curiosidad al de mechones azules. Sin soltar la mano del contrario se dirigió al mar.

Si según Tanjiro, el mar sólo eran miles de ríos, entonces era algo que él podía conquistar.

A pasos altaneros se dirigió al agua.

—¡Escúchame, mar! ¡Yo, Inosuke Hashibira, el Rey de la Montaña te reclamo como territorio mío!

El joven Kamado rió.

—¿¡Te ríes de mí!?—Gritó Inosuke.

—Eres muy tierno, ¿Sabes?

Las mejillas del contrario se tiñeron de un rebelde rojo.

—No soy tierno.—Se quejó, desviando la mirada.—Ahora te mostraré como doblego al mar.—Dio un paso al frente, tocando el agua.—¡Ah! ¡Está helada!

—Claro que está helada.—Comentó Tanjiro.—Recién está saliendo el sol.

El pelinegro gruñó viendo como era humillado por las palabras del rojizo. Una ídea traviesa cruzó su mente. Introdujo su mano al mar, guardando algo de agua en su palma, la cual lanzó al rostro del contrario.

—¡No, no lo hiciste!—Exclamó el Kamado.

—¡Sí lo hice! ¿Y qué?—Provocó riendo, sin embargo aquella risa se vio ahogada por la salpicadura de agua que se estrelló contra su rostro.

Tanjiro le había devuelto el agua.

—¡Estás muerto!—Vociferó, para después lanzar varias veces agua al pelirrojo.

Este le devolvió todos los ataques. Agua en el rostro, en el cabello, en los brazos. Los ataques no paraban y las risas iniciaban.
En medio de aquella diversión, el ojirubí tropezó contra el ojiverde, cayendo ambos al mar, mojándose hasta la punta de la cabeza.

Seguían bajo el agua. Tanjiro había caído encima de Inosuke, abrieron los ojos encontrándose frente a frente. Al estar recién amaneciendo aún andaban algunos peces. Algunos rayos de sol se colaban por el agua, iluminándola.

Las burbujas que provocaban al expulsar el aire eran el único sonido que sentían. Aún no salían a la superficie, cuando el Hashibira acarició el rostro del Kamado y se acercó aún más a él.

Con tanta delicadeza que parecía que tenía miedo a romperlo, tocó la cicatriz del contrario, delineándola con sus dedos. Nunca le había parecido —y nunca le parecerá— horrible, le daba un grandioso aire al pelirrojo.

Enfocó su vista en el rostro frente a él. En el agua, los ojos de Tanjiro se veían aún más hipnotizantes. Tan rojos como las ardientes brasas, no le importaba nada si se quemaba por mirarlos eternamente.

Ya era muy tarde, había caído en la red de Tanjiro Kamado.

Así que realizando algo que nunca habían hecho, y siendo los peces los únicos testigos, cortó toda distancia uniendo sus labios en un beso.

Tanjiro estaba sorprendido por el inesperado contacto, más no acabó el contacto, por el contrario, se abrazó a Inosuke.

Sus labios danzaron al mismo compás, parecía que sus bocas estaban hechas una para la otra.

Cuando se separaron y salieron a la superficie, ambos tenían las mejillas rojas. Sus respiraciones estaban agitadas y sus corazones parecían explotar.

—Tras hacer eso, ¿En qué nos hemos convertido?—Cuestionó Tanjiro.

—En personas que se aman.—Contestó Inosuke.

Y así, frente al naciente sol, unieron sus labios en otro beso.

-イノタン-

¡Hola!

Hoy no tengo mucho que decir, excepto que creo que me fue bien en la prueba de matemática.

Este os fue pedido por CamiladelaCruz878 y fushshiiii7-7 . Espero les haya gustado.

Pueden dejar sus pedidos acá, yo tomaré todos :D

Es todo.

Adiós.

25/09/19

[☆彡 ] Kimetsu no Yaiba |One-Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora