fifty two

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Las brisa movía levemente el vestido blanco de Diane, las flores bailaban con el viento y golpeaban debilmente a la fémina quien caminaba con paso lenta sobre el césped de aquel campo. Un figura se empezó a distinguir a lo lejos, levitando sobre la malesa.

─¡King!─Gritó llena de júbilo, alzando su mano con una sonrisa de oreja a oreja.

─Hola linda─Expresó el ya mencionado con un susurró tranquilo.

Lentamente la luz blanquecina empezó a cegar a Diane, obligandola a cerrar sus ojos con fuerza.

Al abrirlos los rayos dorados, que se escaparon por la ventana, golpearon con brusquedad su cara, los cerró con fuerza y poco a poco se acostumbró a la luz. Aprovechando que ya los rayos del sol no le molestaban inspecciono con sus ojos la habitación, ropa tirada, vidrios empañosos y un zapato encima del tocador junto a varios accesorios de la gigante.

Un débil ronquido la sacó de sus pensamientos, y sé dio cuenta, no estaba sola en aquella cama, con lentitud alzo su mirada, encontrándose con el rostro sudado y plácidamente dormido de su novio, los mechones terracotas se pegaban a su frente por el sudor, su mejillas colorodas y sus labios entreabiertos soltando suspiros.

Se incorporó con dificultad, gracias al dolor punzante en su vientre; sin embargo, no despegó la vista de su pareja. Distinguió pequeños chupetones en sus cuellos junto a una descarada mordida en el hombro del hada. Los recuerdos vinieron rápidamente a su mente, como un golpe. Desde cuando ella se le insinuó, hasta las palabras que él le había dedicado antes de caer en el reino de Morfeo.

Retiró el brazo de Harlequín de su hombro, giró en su propio eje quedando con los pies colgando por el borde de la cama. Restregó sus ojos con pereza y retiró sus hebras de su rostro. Al quitarse la cobija la brisa helada de la mañana azotó con fiereza su piel desnuda y sudada, dandole escalofríos, posó sus pies en la madera fe roble y se impulsó con sus brazos para quedar en pie, se dirigió hacia el armario y sacó una toalla de un tono rosa pastel, de lo enrolló en su cuerpo tonificado y volteo a ver a la cama,  en la cual su amada la miraba con una sonrisa y sus mejillas levementes rojizas.

─¿Hace cuánto tiempos estás despierto?─Indagó ella con una sonrisa suave.

─Desde que abriste lo ojos─Contestó con pigmento carmesí en sus mejillas.

Organizó la toalla aún más en su cuerpo. ─¿Quieres bañarte conmigo?

─¿Eh?─Los tonos rojizos subieron a su rostro.

─¡O por los dioses, Harlequín! Lo hicimos hace unas horas.

─Aún no me acostumbró a verte desnuda ─Confesó. Volteó su cabeza y con su mano limpió las gotas de sangre que salían de sus fosas nasales.

Se acercó al borde de la cama y se sentó en ella, con sus manos acarició levemente el terciopelado rostro de su novio.

─Será divertido, ¿No crees que debemos relajarnos después de tanto tiempo, amor?

─Yo... ─Con sus ojos ámbar buscó los amatistas de su contraria, y al encontrarlos se perdió en ellos─Está bien.

Diane se levantó con una sonrisa y camino hasta su comoda, tomando un frasco con pastillas e ingirió una. Harlequín se levantó y se puso su pantalon, luego, salieron de la habitación cada uno con su toalla, en dirección al baño.

•••

La cálidez de sus cuerpos desnudos eran todo lo que necesitaban en aquel momento, el olor a jabón que había los embriagaba, las espuma y burbujas se desmoronaban por el borde de la bañera.

Diane jugaba soplando las burbujas y Harlequín se entrenía viendo como su cara se llenaba de espuma.

─¿Podrías ir mañana al campo de girasoles?─Habló y preguntó de repende el rey hada.

─Está bien cariño.

Mɛ Tɛռɢօ Qʊɛ Iʀ      ↳κιαπε  |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora