Capítulo 17

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Narrador


—¡Fuego! —el poderoso grito fue seguido por una ráfaga de disparos que se extendió durante unos pocos segundos.

El olor a pólvora junto al aturdidor sonido de las armas eran lo que caracterizaba al reducido campo de tiro. En el lugar practicaban los tres cánidos, quienes eran supervisados por Blake, disparando desde sus cubículos e intentando darle a los objetivos. El joven soldado posaba su dura mirada sobre los blancos, los cuales apenas eran alcanzados por las balas. Dio un paso al frente cuando las armas de los tres hermanos ya estaban vacías.

—Han mejorado, pero no sobrevivirán en el campo de batalla si no le atinan a los enemigos...

Pudo ver desilusión en cada uno de sus rostros, era notable que esperaban terminar su entrenamiento en ese mismo momento.
El inconfundible sonido de la puerta lo distrajo y dando media vuelta vio a Chris entrar, vistiendo el uniforme que él mismo había recomendado.

—Tenemos que irnos —no fue sorpresa el estado de ánimo de su amiga, pues su apagada voz acompañada de la macabra expresión que cargaba en su rostro tenían justificativo.

—Sigan a Chris hasta sus habitaciones, mañana seguiremos.

Los tres ni siquiera replicaron ante la orden, sólo obedecieron, aunque pudo notar como la hembra le lanzaba una mirada llena de rencor antes de marcharse.
Comenzó a prepararse ni bien se quedó solo, pero fue el traicionero miedo el que lo dejó pensativo por unos minutos. Su mayor temor era conducir vidas inocentes a una sanguinaria batalla, provocada por su incompetencia al momento de actuar. Solo el deber a ser valiente para asegurar la victoria pudo despejarlo de tal pensamiento.

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—Todo esto es un desastre.

Nuevamente, la gran sala que controlaba todo el complejo era testigo de la conversación entre ambos directivos. Los dos charlaban mientras miraban el paisaje sumido en la cerrada noche, pues ni la luna se atrevía a salir de su escondrijo de nubes.

—Debes tranquilizarte y confiar en Blake —una despreocupada sonrisa apareció en el rostro del mayor luego de darle un sorbo a su humeante café.

Sebastián miraba con expectación hacia un punto lejano imposible de captar para Ronan. Deseaba ver las luces de los vehículos regresando, dando la señal de que nada había pasado, pero eso no era más que una remota, por no decir imposible, posibilidad.
En momentos como ese, el castaño envidiaba profundamente a la tierra, pues la tranquilidad que esta tenía resultaba ofensiva para él.

—Simplemente no puedo, confío en él, pero a la vez tengo el presentimiento de que la guerra es algo inevitable—. Sus palabras salieron tan veloces como una ráfaga de disparos, claramente no quería hablar del tema—. Tengo a casi todos mis hombres allá y yo aquí, rogandole a cualquier fuerza en el mundo para que nada salga mal.

El odio a sí mismo cayó al momento de recordar su hombro herido y sentir las vendas rozándole la piel. No era su culpa haber recibido esa bala, pero se sentía impotente por no poder darle apoyo a todos sus compañeros

—Sebas, "hijo", tranquilizate que nada resultará en una guerra, mientras Blake esté al frente nadie morirá.

—Ojalá y tengas razón.

Cuando los primeros rayos del sol asomaban por las montañas, ambos varones seguían con su ocurrente charla para matar los nervios. Un tema aleatorio rondaba en la conversación cuando fueron interrumpidos por el pitar del tablero.

—El ascensor.

Sebastián vio como las pantallas se encendían luego de presionar un botón. El vídeo mostraba la familiar figura del zorro, pues en las últimas noches había frecuentado demasiado el exterior.

La evolución de las especiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora