Capítulo 1

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-No... No me arrepiento en lo absoluto -respondió él, dejando fluir el silencio entre sus palabras-, ni de abandonar la ciudad, ni de lo que hice aquella madrugada. -Aunque cada una de estas se ahogara en un lago de pena.

-¿Suerte que lo hiciste, no? -reí al notar su pesar contagiado en mí.

-Provoqué la guerra, pronto las vidas que salvé no importarán.

Otra vez su voz volvía a quebrarse, no podía comprender lo que la culpa estaba provocando en su cabeza, pero sea lo que fuese, seguro estaba afectándole

-Supongo que quieres saber lo que pasó antes de todo esto. -Asentí, tomando asiento a un lado suyo-. Muy bien...

-+-+

Una interminable oscuridad, rota solamente por la débil luz proveniente de la ventana, amenazaba con consumir todo lo que por delante tuviera. Mientras diminutas gotas chocaban contra el cristal y, junto a los escandalosos estruendos que bajaban del cielo nocturno, advertían la cercanía de otra fuerte tormenta.

Entre la arrolladora penumbra se alzaba el brillo de una figura, resaltando en el pequeño salón. Un joven lobo, cuyo pelaje recordaba al asfalto, permanecía encorvado con la mirada desfilando sobre las hojas del rojizo cuaderno que descansaba bajo su pata.

Su pulso, constantemente azotado por intensos temblores, le hacía dejar una amalgama de tachones y errores en las páginas del pequeño libro por el cual hacía danzar su lápiz.

Día: ¿? Ocho años luego de dejar en desuso este diario.
Recuerdo al psicólogo recomendarlo cuando cachorro, algo así como un lugar en donde desquitar cada uno de mis problemas. Aunque a decir verdad, me siento estúpido al escribir aquí teniendo ya casi veinte años. Pero espero que pueda tranquilizarme.

Sus dedos se deslizaron sobre el papel tras el primer párrafo, y tiritando con cada simple movimiento, amagó a arrancarlo. Pero tras levantar la mirada y observar la masacre de arrugados papeles a su alrededor dejó escapar un suspiro, aprisionando el lápiz con fuerza.

Estoy a pocas horas de abandonar todo e irme de aquí. Sólo quiero dejar constancia de lo ocurrido. Imagino que si alguien lee esto es porque ya no me encuentro aquí.

Simplemente busco irme en calma, quiero hacer las paces con el pasado de una vez y para siempre.

Otro trozo plasmado y otro parón en seco que el joven animal se obligó a dar, rindiéndose sobre la mesa mientras tiraba de su cabello, con la agitada respiración resonando en cada rincón de su cabeza.

Hace varios años vivía junto a mi familia en una gran casa cerca del distrito norte. En aquel entonces eramos cinco; mis dos padres, Jhon y Yelina; mis dos hermanos, Joel y Aisha; y yo, Max.

Nací siendo el último de mis hermanos y con una extraña condición en mis ojos. La misma afecta directamente a su pigmentación, decidiendo según mi estado de ánimo, el color de ambos. Así siempre fui conocido como el lobo "ojos de arcoíris".

Por más especial que sea mi caso, no era mi única diferencia (aunque sí la más notoria), puesto que uno de mis dientes es naturalmente negro.

Nunca supe si lo que tengo es una enfermedad, o tan sólo un rasgo, los doctores tampoco pudieron explicarlo. Pero coincidieron en que yo soy único en mi época. O al menos eso creía yo hasta que llegó la vida para decirme justamente lo contrario.

Todo en mi familia fue normal hasta que mi hermano Joel cumplió quince. No me enteré que se había escapado sino hasta el día siguiente, al ver vacía su habitación. Rebeldía según nuestros padres, y a partir de allí todo fue a peor. El hueco que había dejado a todos nos dolía, pero a mi padre pareció apuñalarlo por dentro, dejándolo caer en la tentación del alcohol. Sin duda el peor de sus errores.

Ebrio, violento e inútil; en eso se había convertido aquel zorro al que alguna vez llamé padre. Diez meses tuvimos que aguantar aquel parásito que, de a poco, nos consumía la esencia. Hasta que mi madre lo echó a la calle.

Nos equivocamos al pensar que no nos haría más daño, pues de alguna u otra forma consiguió la custodia de mi hermana y esa fue la última vez que la vi durante mi infancia.

He intentado, por casi una década, no desenterrar el hueso del pasado. Pero supongo que es difícil cuando ese mismo pasado toca tu puerta en mitad de la madrugada...










































La evolución de las especiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora