Capítulo 8

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—Fue fácil —dijo uno de los enmascarados bajando su arma.

—Exacto, aunque ahora hay que inventarse una excusa para explicar porque los dormimos —respondió otro.

—Eso dejenmelo a mí, soy un maestro de los pretextos —alardeó un tercero.

—Bien, D, te lo dejamos a tí —empezó el segundo—. ¿Estas de acuerdo, Capitán? —preguntó mirando al tipo restante, era quien anteriormente había dado la orden de disparar.

—Por mí bien, subanlos a la parte de atrás de la camioneta —ordenó. Su voz se destacaba de las de los demás por su aspereza.

—Claro, al viejo le duele la columna —ironizó el tercero caminando hacia los inconscientes animales.

—Deja de quejarte princesa —le espetó el segundo, siguiéndolo.

—Chupala, B —respondió este.

Entre los dos cargaron al lobo hasta su vehículo, una gran pick-up negra de gran tamaño, y pusieron al cánido en la parte de atrás, luego  siguieron cargando a los dos restantes.

—¿No piensas venir a ayudar, T? — dijo uno, viendo que su compañero restante los miraba de brazos cruzados.

—No gracias, estoy bien junto al Cap.

Cuando terminaron de cargar los cuerpos inconscientes de los tres animales, el hombre de la rasposa voz les dijo.

—Esperemos que no despierten en medio del viaje —se acercó a la puerta de atrás del vehículo —tú conduces, D.

Acto seguido, todos subieron.

—¡Por fin!, ya quiero volver y concretar mi cita pendiente con la cama —comentó el conductor encendiendo el motor.

—¿No estas olvidando algo, Capi? —preguntó quien iba atrás, junto al superior.

—Ah si, esta noche alguien debe llevar a cabo una "domesticación", ¿y quién mejor para torturar a un par de animales si es necesario? —empezó mirando al que conducía—. Pues nuestro confiable camarada D, quien también se ofreció a conducir este estresante y largo viaje.

—Viejo de mierda —musitó dando un abatido cabezazo al volante —y yo que quería día libre.

—Pues no hoy, soldado.

El copiloto reía en silencio hasta que se dio la vuelta y dirigiéndose al más viejo dijo.

—De verdad  D te agradece esta gran oportunida, pero viendo que tiene asuntos más importantes que atender,entonces creo que lo relevaré en su puesto, si me lo permites claro.

—Bien, si es lo que quieres.

—Gracias, B, ahora te debo una.

—De nada mi amor —bromeó con tono dulzón.

—¡Y dale con eso!, que eso fue un malentendido —se defendió molesto empezando a acelerar el vehículo.

—Pero si tienes unas ganas de darme —le espetó el acompañante.

—Tengo códigos, aunque no lo parezca, ni siquiera alguien como yo le haría eso a tú príncipe.

El contrario iba a objetar, pero se mantuvo en silencio.

—Muchachos, ustedes dos no van a madurar en la puta vida —rió el mayor.

—Si ya han terminado con sus idioteces, entonces acelera —ordenó el muchacho restante—. Quiero llegar antes del almuerzo —añadió acomodándose en su asiento y apoyando la cabeza en el respaldar.

La evolución de las especiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora