Capítulo 4

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Habia caído la noche en aquella gran ciudad y cierto lobo comenzaba a despertar, sus amarillos ojos brillaban en la profunda oscuridad del salón, estos demostraban su estado sin emociones fuertes, cosa que últimamente no había podido disfrutar.
Al levantarse y encender la luz pudo ver bolsas de compra sobre la mesa, esto indicaba que su hermana finalmente había acatado una de sus ordenes. Sin embargo, no la encontraba por ningun lado, la iba a llamar cuando su celular sonó. Viendo que se trataba de ella contestó.

-Y después soy yo la que nunca contesta -dijo ella entre dientes.

-Como digas -respondió Max sin prestarle demasiada atención-. ¿Qué quieres y dónde estas? -preguntó viendo el reloj en la pared de la cocina, este marcaba las diez menos cuarto.

-Pasaré la noche con unas amigas.

-Pues algun día tendrás que presentarme a alguna -demandó el lobo con un tono seductor.

-Ni lo sueñes bobo, antes muerta, como sea, adiós -concluyó la conversación por teléfono y antes de que Max dijera algo más, Aish ya había colgado.

-Más te vale que vengas -dijo ahora marcando otro número en su teléfono.

El pitido no tuvo oportunidad de sonar una segunda vez, ya que de inmediato contestaron la llamada.

-¿Qué pasa ahora? -preguntó esta vez una voz masculina del otro lado del teléfono.

-Ven a hablar, te lo contaré todo y de paso discutimos sobre el otro asunto
-respondió el cánido casi lamentándose de sus palabras.

-Voy.

No quería ni siquiera contarle, no sabía como reaccionaría su amigo. Aunque si no le explicaba probablemente se molestaría y eso le traería más problemas de los que ya tenía.

Pasaron veinte minutos casi exactos antes de que Ray llegara, ni bien dar unos leves golpes a la puerta Max le abrió y lo invitó a pasar de mala gana, el color rojizo de sus ojos no le gustaba en lo absoluto al felino, sabía que algo no andaba bien.

-Así que, ¿me cuentas como de repente tienes una novia tan hermosa? -indagó Ray. Ambos permanecían parados mirándose a los ojos, aunque cada vez que el león hacía contacto visual con Max, él sólo desviaba la mirada.

-No es mi novia... Es mi hermana
-reveló tras dar un pesado suspiro

Ray reaccionó con una pequeña risa ahogada.

-¡Vamos pero que excusa más mala!... Amigo, si vas a mentirme ponle un poco más de ganas -rió ante la respuesta del lobo.

-Escucha, si quieres que te explique callate, y si no... ahí está la puerta
-dijo Max apuntando a la puerta.
Trató de parecer molesto, mas sus ojos no lo dejaron, estos delataron su nerviosismo al tornarse de un color oscuro.

-Ahg, está bien -soltó. Aunque los ojos de Max habían cambiado, el león hizo silencio, sabía lo que ese color significaba.
Max se caracterizaba más que nada por ser inseguro, pero esta vez era diferente, esta vez era inseguridad mezclada con miedo. Al verlo así, Ray supo que algo andaba mal.

-Sientate que te lo cuento -propuso el grisáceo.

Le tomó casi media hora a Max para terminar su relato, dejando confundido a Ray, no por la historia en sí, más bien porque su mejor amigo jamás le había contado acerca de su pasado.

La evolución de las especiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora