El seco golpe del vidrio sobre la mesa retumbó en sus oídos como una explosión. La botella rebotó en la superficie de madera totalmente vacía.
Entonces, al bajar la vista se vio reflejada en el color ámbar de aquél líquido, el cual llenaba su vaso, Chris parecía rota, cansada, su opacada mirada se encargaba de decírselo.—Chris, adelante —la joven y firme voz de Sebastián disipó la niebla en su mente, dándole un sobresalto.
Dejó pasar un momento de silencio, pero cuando estuvo segura de lo que había oído se levantó de golpe. Apoyada sobre el escritorio levantó la vista, un derrumbe de documentos hacía difícil la simple tarea de encontrar el aparato. Revolvió todo aquello con prisa, dejando todo aún más alborotado.
Entonces, un trozo negro de plástico apareció y se abalanzó sobre este ni bien verlo, como si se le fuera a escapar.—Di... —se tapó la boca, era incapaz de procesar palabra alguna. Tomó aire y calmó su tono lo más que pudo, cosa que el alcohol en su cabeza le impedía—. Dime... Sebas.
—Perdona, ¿te desperté?.
—No... Claro que no, estoy totalmente despierta —una risa errante se escapó entre sus palabras. Lo último que quería era ser descubierta así.
—De acuerdo... Mira, necesito un favor.
—Ajá —ella solo recostó la cabeza entre sus brazos y manteniendo una gran sonrisa cerró los ojos dejando el oído atento.
—Hoy está la conferencia a los extranjeros y necesito gente para asegurar que nada salga mal, por lo tanto no tengo a nadie para que le eche un ojo al lobo.
Abrió los ojos y la boca de nuevo y de un salto se levantó, tirando la silla al suelo. Hasta borracha se daba cuenta de la mala idea que eso era. Por su mente pasaron esos traicioneros pensamientos que siempre evitaba.
—Eh... No sé sí...
—Te lo he encargado durante toda la semana, ¿sucede algo? —su voz sonó confundida, Chris agradeció no estar frente a él en ese momento—. Sabes que solo pongo a mis hombres de confianza en este tema y ya no me quedan.
—¿Qué hay de Blake? —sugirió dándose un golpe en la cara al instante. No podía creer lo que había salido de su boca.
—¿Hablas enserio? —Sebastián endureció el tono, apunto de estallar—. Bien... Buscaré a otro.
—¡No!... De acuerdo... Traélo.
—Agh... Recibido —contestó tajante y al instante la conversación se cortó.
Le tomó un minuto entender lo que había hecho, pero corrió hacia el baño ni bien se dio cuenta. Sus pies se enredaban entre sí, entorpeciendo su camino. Apenas entró se lanzó sobre el lavamanos dejando salir el agua del grifo. De milagro escuchaba el sonido del líquido cayendo en el desagüe, sus oídos zumbaban como si tuviera un panal de abejas dentro de su cabeza. Tembló al sentir el chocar del helado agua en su cara haciendo a su cabeza bajar de las nubes.
Pronto escuchó el golpear de la puerta, el cual la hizo sobresaltar aún más. El corazón le apretaba dentro del pecho y sentía sus manos tiritar con inconsciente ímpetu. Llegó a la puerta como pudo y antes de tocar el picaporte respiró hondo, intentando actuar lo más natural posible.—Ahí estás —delante de la puerta abierta, el alto hombre de pelo negro apareció—. Hoy me tocó traértelo.
Estaba totalmente a solas con el lobo, quien permanecía detrás suyo, mirando por encima de su hombro. No había guardias, ni armas, más de la que el científico posiblemente llevaba en su ropa.
Max hizo una mueca al verla y olfatearla, pues desde donde estaba parado podía sentir el inconfundible olor que ella desprendía. Se mordió la lengua para no dejar escapar palabra, era obvio que Ronan se habría dado cuenta, pero, para su sorpresa, no dijo palabra y amagó con retirarse.
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La evolución de las especies
Ciencia Ficción--Sin duda lo que pasó en todo ese tiempo me quitó el sueño por años. --El hecho de que la ciudad estuviese amurallada dejaba a muchos con un intranquilo sentimiento. El gobierno nos mantenía ahí dentro, diciendo que lo mejor era permanecer allí, q...