Capítulo 43

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Manchado de patas a cabeza por el barro y el verde color de la vegetación salió de entre los oscuros y voluminosos arbustos. Su mirada no expresaba más que un profundo vacío reflejado ante la luz de la luna, y con las garras hundidas en su propia palma se aproximó al zorro y a la humana, quienes extrañados lo analizaron de arriba abajo.

Las preguntas de Jhon no tardaron en arribar.

—¿Por qué tardaste tanto? ¿Y dónde está Dennis?

Brian volvió la mirada hacia los arbustos detrás suyo, de los cuales no tardó en aparecer la corpulenta figura del rubio. Su cabello y ropa estaban cubiertos por una sustancia endurecida y oscura, además, había aumentado la cantidad de arañazos en su rostro. Sobre sus hombros cargaba el cuerpo de un gran felino, en cuyo costado lucía un profundo corte del cual más de aquel líquido se había adherido a su pelaje.

El seco golpe contra el suelo sobresaltó al dálmata y este apartó la mirada del cuerpo. El pesado animal poseía numerosos cortes por toda su cara y hasta un profundo tajo en uno de sus ojos. Chris y Jhon levantaron la mirada hacia Brian, quien apoyado sobre un árbol intentaba recobrar el aire.

—¿Qué les pasó? —Esta vez la fina voz de la joven herida se elevó sobre el crujir de las llamas.

Sin embargo, ninguno emitió respuesta alguna, dejándolos totalmente extrañados por la gran adversidad que flotaba entre ambos. Aún sin mediar palabra, Dennis se arrodilló junto a su presa y tomó su cuchillo. En ese momento clavó el filo de la hoja sobre el cadáver, haciendo que todos apartaran la mirada.

—Lo que pasó es que no debí haberlo llevado conmigo —contestó mirando de reojo al dálmata—. Entonces estaríamos comiendo ciervo en vez de un puma de mierda.

—Te lo dije más de una vez... Podíamos comer otra cosa antes de... asesinar —Brian se volvió contra él con un gran nudo en la garganta y los ojos humedecidos.

Dennis suspiró y continuó despellejando al animal sin importarle en absoluto las débiles palabras del cánido. Jhon intervino entre ambos intentando tranquilizar a su compañero y, por otra parte, Chris le clavó la mirada, apuñalándolo con el color de sus ojos, tal y como él estaba haciendo con el felino.

—Perdí media tarde persiguiendo a ese ciervo para que el señor pulgoso lo echara a perder todo —comentó totalmente molesto, sintiendo el peso de toda la atención sobre su espalda—. Luego seguimos el rastro de sangre hasta la madriguera del puma, pero para cuando nos dimos cuenta habíamos perdido la presa y teníamos al gato enojado sobre nosotros.

—¿¡Y qué culpa tenían sus cachorros!? —Brian alzó la voz, con una mueca de asco dirigida al humano.

Entonces, todas las mirada volvieron a desfilar sobre él, provocándole un largo escalofrío que lo hizo parar con su tarea. Dennis volteó a ver al alterado dálmata y escupiendo una palabra tan helada como para congelar el fuego frente a sus narices, respondió.

—Les hice un favor, las crías sin su madre no duran ni cinco minutos, ya sea por falta de comida o por culpa de otro depredador iban a terminar sufriendo.

El silencio se adueñó de la situación nuevamente, dejando únicamente brotar el sonido de la carne siendo atravesada por el cuchillo. Ambos anisares evitaron ser testigos del proceso, así que tan sólo se sentaron alrededor de la fogata mientras intentaban ignorar aquel hecho. Chris, por su parte, continuaba con su silenciosa mirada clavada en el rubio. Aunque odiaba darle la razón, no podía negarlo, ellos aún no estaban listos para ese mundo.

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No aguantaba más estar allí encerrado, el aire tan pesado como su mismo cansancio lo desgastaba mientras las letras se cruzaban por delante de su visión. El mar de documentos sobre el escritorio le provocaba náuseas y su cabeza estaba a punto de estallar por la avalancha de información que había acumulado. Ángel se llevó las garras al hocico teniendo en cuenta el mal hábito que era morderlas, sin embargo, la ansiedad estaba acabando con su poca cordura.

La evolución de las especiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora