Paula... para ti

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Montevideo. Otro escenario. La banda queda tocando, la música sigue sonando y salgo corriendo del escenario como siempre, agitado, con el corazón buscando escapar de mi pecho, con la adrenalina circulando por mi venas, con las sensaciones presentes y fuertes; las mismas sensaciones que me quitan el cansancio y me tranquilizan porque sigo siendo yo arriba del escenario, sigo sintiéndome completo y con la música en cada parte de mí; por lo menos aquí, no quiero dejar de disfrutarlo, sé que eso fue la gota que colmó el vaso la última vez, y no puedo permitirme llegar a ese extremo esta vez. Seco mi rostro con la pequeña toalla mientras bajo los escalones, respiro profundamente y me encuentro con Martín que es mi primer golpe de realidad. No está Paula y de alguna manera mi inconsciente no había internalizado su ausencia en este momento; justo en estos momentos donde tenerla conmigo se había vuelto de alguna manera ilógico mágico y necesario.

- ¿Estás bien?

Me mira con curiosidad, quizás algo en mi expresión, solo asiento intentando recuperar el ritmo normal de mi respiración. ¿Cómo le explico a mi amigo la sensación absurda que me golpea en este momento? Necesito a Paula, la necesito porque abrazarme a ella al bajar del escenario se había convertido como mi salvavidas para amortiguar la caída del cielo a la tierra en segundos... porque eso sentí siempre, bajar del escenario era como chocar con la realidad; y ni siquiera quiero imaginar lo que voy a sentir llegando a la habitación luego del concierto y estar solo otra vez. De alguna manera extraña luego de cantar es cuando más necesito compañía, como si algo de mi hubiera quedado aquí y tuviera que recuperarlo.

- ¿Paula?

Sonrío y asiento. Qué estúpido pensar que Martín no me conoce lo suficiente, él siempre entiende lo que siento mucho más que yo.

- Nunca pensé que me haría tanta falta abrazarla al bajar del escenario.

- Macho... no esperes que yo te bese.

- Ni lo intentaría.

Rio y camino con Martín hacia donde ya María nos espera para salir, como siempre, rápido, como siempre intentando llegar al hotel antes que las personas del show, corriendo siempre... ahora a encerrarme en un hotel solo y es demasiado tarde hasta para llamarla. Sin dejar de caminar sintiendo la mano de Martín tomando mi brazo, escribo en mi móvil.

Acabo de bajar del escenario y me hiciste demasiada falta. Las amo y ya las extraño.


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Papá papá papá

Luz repite una y otra vez saltando sobre mis piernas, intenta llegar a él y no puede; sé conociendo ese lado tan parecido a Pablo que no tarda en frustrarse al no conseguir lo que quiere; y ella como yo, quiere a su padre tocándola, haciéndola reír, y solo hay una pantalla entre nosotros; aun así me siento tranquila, desde que llegué a Argentina, más allá de extrañarlo horrores, me siento como si un enorme peso se hubiera quitado de mis hombros; y en el fondo también me inquieta sentirme así, es una prueba de lo mucho que me molesta tener que seguir a Pablo en el tour.

- Hola mi amor. Papá te extraña demasiado.

Ella escucha su voz y ríe saltando en mis brazos, intenta llegar a la pantalla para tocarla y sé por la expresión de Pablo que está siendo difícil para él, solo ha pasado una semana pero los dos han creado una especie de simbiosis que siempre me preocupa; es maravilloso verlos juntos, la manera en la que se miran pero momentos así van a ser una permanente en nuestra familia y tengo que encargarme de que no sea demasiado difícil para Luz. Por un rato más él le habla y ella hace caras y ríe, pero como es costumbre en estos casos se cansa y comienza a molestar, intenta golpear la computadora, grita... solo me queda bajarla para que juegue en el piso, la miro unos segundos y luego vuelvo a Pablo, que suspira a través de la computadora.

Ciudadano del aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora