Promesas

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¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Qué mierda estás haciendo, Paula?

Apoyo la cabeza en el volante, no tengo idea qué intentaba hacer saliendo de la casa. ¿A dónde pensé que podía ir? No tengo dónde ir, que no esté él, directa o indirectamente. No puedo escapar porque ahora soy la esposa de Alborán y tengo cada una de sus fobias, siento que me observan, siento que no puedo bajar la guardia en ningún momento y no me gusta esta sensación, no soy yo, siempre pase desapercibida, siempre fui esa mujer en la que nadie se fijaba, me gustaba serlo; ¿Cómo es posible que me haya enamorado de Pablo Alborán? ¿En qué momento me convertí en el foco? Porque eso siento, eso me contagia Pablo a cada minuto. Un miedo ilógico. ¿Dónde puedo ir para escapar? La casa de los Moreno ni siquiera fue una opción, todos estarán pendientes de lo que pasa entre nosotros, Madrid tampoco, será el primer lugar donde buscará, además no me siento en condiciones de tomar un tren ahora, no puedo y menos sola. Cuando llegué al bar, pensé como una estúpida que podía esconderme aquí, pero este era el lugar de la comida, íbamos a aprovechar que hoy abríamos al mediodía; y están afuera, quizás la comida ya terminó, hablan y ríen... él también ríe... ríe después de la discusión, ríe después de haber arruinado todo otra vez; y verlo reír solo me da ganas de llorar más fuerte. ¡Idiota! ¡Idiota!

¿Qué hago? ¿Qué hago? Luz seguro despierta en cualquier momento, las dos necesitamos descansar en algún lugar.

Odio mi personalidad problemática, porque en estos momentos de crisis vuelvo a sentirme como aquella chiquilla estúpida, sin rumbo, sin un lugar fijo, sin pertenecer a ningún lugar. Pero la realidad es que más allá de esta situación horrible, este es mi lugar, esta es mi casa, solo que también es la de Pablo y yo no quiero verlo, por lo menos no ahora. Sé que si volvemos a estar juntos en estas circunstancias todo pude terminar mucho peor; y lo último que necesito ahora es más tensión, Luz llorando y Pablo gritando sin escuchar nada más que a él mismo. Es mejor esto, descansar un poco uno del otro, dejarlo a él hacer lo que más le gusta, ser Alborán con los estúpidos de sus amigos, y olvidar a Moreno que es el único que puede hacer que lo nuestro no tenga los días contados. ¿De verdad que lo nuestro puede tener los días contados? ¿Soy capaz de dejarlo? No... claro que no... ahora viéndolo ahí, riendo, bien podría golpearlo, pero no sería capaz de dejarlo y dejar así una parte vital de mí.

Mi móvil suena y lo siento demasiado fuerte, me sobresalta y lo tomo tan rápido como puedo, costó demasiado que Luz se durmiera y ahora está descansando en el asiento trasero, me llevó dos horas tranquilizarla, necesito que siga así un rato más. Miro al frente, Pablo sigue hablando con sus amigos, es como si organizaran algo, quizás ir a otro lugar. Es Alborán, lo miro, y ni siquiera parece ser la persona con la que me casé, es como si todo en él fuera distinto. ¿Cambié yo? ¿Cambió él? ¿La situación nos cambió a los dos? Yo no siento que haya modificado lo que siento, yo me preocupo por él igual o más que antes, yo lo amo, igual que antes. ¿Por qué no te preocupas por lo menos en llamar, Pablo? ¿Por qué siempre todo es mi culpa? ¿Por qué sigues desgastando así nuestra familia?

- Hola.

Mi voz suena casi como un susurro, nada que despierte a Luz.

- No sabes, Paula, esto es el paraíso, el lugar es precioso y además podemos estar más tranquilos con Martín porque hay gente que cuida los niños y hay actividades. Además algún día deberíamos de venir solas, todos los hombres aquí son tan guapos que parecen de otro planeta. Te juró que te hará replantearte al idiota del que te enamoraste, yo me lo replanteo muchas veces por día. Ojalá estuvieran aquí, tendríamos que haber viajado juntos, nunca lo hicimos, ya lo organizaremos.

No me da tiempo ni siquiera a decir algo, es una característica de ella, habla mucho, su entusiasmo para la vida quizás sea producto de haber tocado tan de cerca la muerte; en general me distrae, escucharla, seguirla en sus locuras, pero esta vez estoy demasiado sensible y lo único que hago es llorar. No puedo parar. Cuando siento que ya me tranquilicé, algo simple y empiezo de nuevo; como ahora, que Ainhoa habló de replantearme mi relación con Pablo, y es lo que hago hace meses, replantearme todo, y mientras más lo hago más claro está que no hay nada que replantear, lo amo, lo amé siempre, fue mi salvación en un momento de mi vida, y una cruz en tantos otros.

Ciudadano del aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora