Volver al hogar

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Arruga la frente concentrada frente a la computadora, llevo 2 días en Málaga y ha trabajado demasiado, entiendo que quiere dejar todo en orden para nuestro viaje y se ha esforzado demasiado; tengo miles de quejas pero no digo ninguna, todo lo que hace, la hace feliz y no puedo más que apoyarla como ella lo hace conmigo. La observo unos segundos, quizás hace mucho no la veía así, quizás he perdido demasiado tiempo en cosas absurdas y me he perdido estos pequeños momentos que solía disfrutar tanto, solo mirarla sin que ella note mi presencia, estudiar sus gestos y adivinar en mi interior en que están sus pensamientos, quizás últimamente me da miedo saber en qué piensa. Pero ahora... ahora solo me quedo aquí con el atardecer a través del enorme ventanal con una vista maravillosa de la playa, con la música suave sonando en la sala pero que no logra ocultar el repiqueteo rápido del teclado. Todo aquí es Paula, cada adorno, cada libro, cada sonido, el aroma... por eso cuando discutimos, o cuando ella no está y la extraño la busco aquí, porque aquí queda su esencia siempre; ojalá ella pueda sentirse en nuestra nueva casa como se siente aquí, ojalá pueda verla allá así de relajada y feliz, iluminada; ojalá en algún momento lo entienda y se adapte, porque si Paula ya no brilla así esa casa nunca será un hogar para nosotros.

- ¿Qué estás haciendo?

- Te miro.

- ¿Y eso?

- Hace mucho que no pasaba tiempo mirándote.

Sonríe y deja la computadora a un lado, me acerco despacio y luego de besarla me apoyo en la mesa mirándola recostada en el sillón, su cabello recogido con un lápiz deja mechones de pelo castaño suelto por sus mejillas; no puedo creer que incluso María haya sugerido que debía cortarse el pelo. ¿Cómo lo permití? ¿Cómo dejé que la incomodara? Tomo los mechones entre mis dedos y los acaricio, su cabello en el tiempo ha cambiado tanto como ella y aun así siempre lo encontré el mejor lugar para esconder mi rostro, su perfume, su suavidad y la calidez de su rostro cerca.

- No quiero romper otra computadora Pablo, no me mires así.

Por unos segundos intento entenderla pero las imágenes no tardan en aparecer en mi mente, nítidas, felices. Alguna vez, en algún arranque de pasión que ahora no recuerdo, bien la hice mía en este escritorio y la computadora fue un mínimo efecto colateral de nuestro amor. No ha pasado demasiado tiempo y nos recuerdo chiquillos y despreocupados, nos recuerdo soñando un futuro que estoy seguro no es parecido a este, las cosas no siempre salieron como las imaginamos y aun así aprendimos a disfrutar cada momento. Ahora... ahora cada momento superado deja otro más por superar, como si nunca termináramos.

- Yo rompería cien más Paula, pero ahora tu hija está lista y esperando que la saque a pasear.

Ella sonríe con esas sonrisas que solo le veo con Luz, quizás como yo, quizás yo también cambio cuando hablo o pienso en ella; la realidad es que ese pequeño ser ha cambiado mucho para nosotros, y lo sigue haciendo a cada momento.

- ¿Estás lista?

- No... no iré, quiero adelantar trabajo de Arturo.

No irá. Extraño. Hace dos días que estoy en Málaga y ella no fue a casa de mis padres ni una vez, y siempre suele pasar aunque sea de camino al bar, para saludar.

- ¿Llegarás a la cena?

Esquiva mi mirada y lleva sus ojos a mis piernas donde sus manos están apoyadas.

- No... quiero aprovechar que estarás con Luz para ir al bar.

Está mintiendo, puedo verlo en cada una de sus actitudes; sin tener en cuenta lo raro de que Paula no vaya por mi casa. Hay algo, algo pasó y no se me ocurre que puede ser. Intenta levantarse del sillón frente a mí pero la empujo despacio y sostengo el sillón aprisionándola con mis piernas.

Ciudadano del aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora