Subibaja de emociones

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Me concentro en el movimiento del líquido en mi vaso. A nuestro alrededor todo está más calmado, la música sigue, pero ya queda poca gente y los que se quedaron solo optaron ahora por una conversación tranquila. En esta mesa solo ella y yo. Llevábamos más de dos años sin hablar, más de dos años de aquel momento en el que me equivoqué tanto. Ninguno de los dos hizo nada por mantener el contacto después. Y aunque ella intenta llevar esto como si nada hubiera pasado, sé que tenemos que hablarlo, y en mi interior se enciende la necesidad de pedirle perdón otra vez, de nuevo como aquella noche que casi nos acostamos, que casi tiro por la borda todo, que casi arruino por completo este presente con mi esposa que ahora me llena de felicidad. Deslizo mis dedos por los bordes de la copa, decidiendo como decírselo, como decirle que lo siento, aunque ya no tenga el más mínimo sentido. Pero seguimos hablando de nimiedades, la grabación, mi trabajo, el clima, estupideces... solo estupideces entre dos personas que parecen empeñados en comportarse como si nada hubiera pasado, y yo sé que pasó, sé hasta dónde llegamos y sé todo lo que podría haber pasado.

- Te felicito Pablo. Rondine me lo contó.

La miro, intento enfocar mi visión en ella, porque estaba demasiado lejos en mis pensamientos. Está preciosa igual que aquel día que la conocí, igual que aquella noche que casi la hago mía entre la locura, la necesidad y el dolor. Sus ojos claros brillan, su piel tersa y su cabello claro que recogido le da una imagen mucho más joven. No puedo evitar pensar que hubiera pasado, si no me hubiera detenido, lo hubiera arruinado todo, hubiera arruinado mi vida, quizás estaría con ella ahora. ¡Dios! Hasta culpa me da la sensación de que hubiera arruinado mi vida con Bárbara. Pero es que el amor es ilógico, y nunca dejé de amar a Paula, ni un minuto desde el día que la conocí, ni uno.

- Gracias... lamento si... yo tendría que haberte llamado quizás... pero es que fue una fiesta pequeña.

Ella solo sonríe y vuelve a tomar un trago de su coctel. La misma sonrisa de aquel momento. Sonriendo con suficiencia, como si pudiera llevarse el mundo por delante. Y recuerdo aquella noche en que mi cuerpo casi se rinde ante ella, recuerdo su mirada cuando no fui capaz de hacerlo. La recuerdo alejada completamente de todo lo que había conocido de ella, y aún hoy después de tanto tiempo, me siento culpable.

- ¿Invitarme? Paula hubiera hecho pedazos conmigo. Descubrí que más vale no hacerla enojar.

Sonrío y suspiro profundamente. Sé que tiene razón. Sé que nada será fácil nunca entre ella y Paula. No tiene por qué serlo, no tienen por qué llevarse de ninguna manera, son tan distintas, los dos lados de mi vida. Por momentos siento que Paula no ha superado lo que pasó con Bárbara, que nunca lo hará, que saber de ella o pensarla la pone de mal humor. Me duele pensar que aún después de tanto tiempo juntos y en paz, cuando piensa en Bárbara me imagina con ella, no quiero que eso pase por su mente, pero no hay manera de volver el tiempo atrás, y no puedo más que entenderla. Es mi culpa. Son mis errores.

- Lo siento Bárbara, todo lo que pasó, fue mi culpa, no hice las cosas fáciles para ninguno de los dos.

- Ya está Pablo, ha pasado mucho tiempo. Te casaste, por fin lo consiguieron, ya todo lo demás quedó en el pasado. Cuéntame cómo fue todo.

Sonrío recordando la boda, pero no solo eso, si no también, los viajes, los meses que llevamos casados, nuestro tiempo juntos entre peleas y reconciliaciones, y solo recordándola me lleno de una calidez que solo he sentido con Paula, con mi esposa. Y la extraño, Joder que la extraño y la necesito tanto.

- Fue algo muy sencillo, nada de esto es público todavía y queríamos que sea solo la gente más cercana.

- Es extraño Pablo, en algún momento tendrá que saberse. Rondine no deja de pensar en eso, arma estrategias para manejarlo y que sea a tu favor.

Ciudadano del aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora