Capítulo XXVII: Tus deseos son órdenes.

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Es inimaginable cuanto puede ocasionar una mera frase en alguien. Es capaz de hacer volar la imaginación y llevarlo por un mundo de posibilidades en cosa de segundos, tal y como le había ocurrido al castaño, al nivel de que ni siquiera notó por qué todo se volvió negro.

- ¿N-Nero? ¿Qué pasa? No veo nada... - extendió los brazos topándose con lo que debía ser el torso del contrario.

- ¿Ah sí? Yo veo perfectamente...

- ¿N-no crees que pueda estar ciego? ¿Verdad?

- Solo--

- Se supone esas cosas no pasan así de repente - interrumpió - y no estoy mareado como para pensar que voy a desmayarme ¿O ya lo hice y estoy alucinando? - empezaba a entrar en pánico.

- ¿Estás--? - carraspeó, olvidaba seguir el juego - ¿no me escuchó... Amo? - le susurró al oído - tengo que secarlo, ¿Qué imagen daría yo, si usted enfermara?

Al pelicafe se le erizó la piel con cada palabra y su rostro ardió, intensificándose aún más al corroborar lo dicho tocando la tela sobre su propio rostro.

- Cla-claro que escuché... - sujetó la tela y empezó a frotarla contra su cabello, para evitar que este se la quitara.

- No parece muy convencido...

Era obvio que no lo había hecho.

- Ejem... Solo creo... que ya podría haber pescando un resfriado... - trató de ignorar el comentario - quizás fiebre... Así que será mejor que no me quite esto hasta que estemos seguros--

- No puedo permitir eso o enfermará aún más...

- ¡N-no! - dió un paso atrás con cuidado, dado que el piso seguía mojado - Todavía tengo el cabello húmedo y... es mejor si lo seco bien--

- Puedes terminar de secarlo arri...ba--

Ambos habían hablado casi a la vez. El castaño forcejeó en un último intento infructuoso de resistencia, mientras que el albino logró su cometido. Mas lo que le mostraban sus ojos al segundo, lo hicieron quedarse plantado con la tela mojada en las manos.
El castaño se mantuvo en silencio con el rostro rojo como un tómate.

- Puede... que sí tengas fiebre... - volvió a colocarle la toalla en la cabeza al "reaccionar" - deberías usar un secador... - hizo una pausa varios segundos - Quizás... ambos estamos enfermos... - agregó al ver su reflejo en la ventana.

- Quizás...

No sabía cuánto tendría que pagar o cuántos años de suerte o incluso de vida le estaban quitando por ser ya la segunda vez que tenía el magnífico privilegio de ver al albino ardiendo en rojo, solo atinaba a agradecer mentalmente a quien sea que estaba permitiendo todo aquello. Aunque también se sentía más caprichoso... Quería verlo un poco más..., pero no se atrevía a quitarse de nuevo la toalla.

...

Ambos habían vuelto a la habitación una vez arreglaron el desastre de su "apuesta", sin embargo, el castaño se encontraba en un dilema.

Aún traía la ropa mojada y si seguía así sí iba a pescar de a de veras un resfriado. La cuestión era... o se iba a casa o aceptaba la oferta del albino de usar la ropa que le ofrecía y quedarse un rato más.

MamihlapimatapeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora