Capítulo XXVIII: Otros ojos.

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El albino siguió riendo mientras el contrario soltaba maldiciones para liberar la su vergüenza. Ambos terminaron por quedarse en silencio al mismo tiempo aclarando sus gargantas. Ya parecían imitarse a pesar de las distintas instancias.

Nero se sentó en el borde de la cama, al alzar levemente la vista se encontró con la mirada desconfiada del castaño.

- ¿Entonces, vas a ayudarme? - comentó tomando el cabestrillo a su lado.

El más bajo no se movió de dónde estaba, manteniendo sus brazos cruzados.

- No voy a hacerlo de nuevo - trató de sonar convincente, aunque no estaba del todo seguro de querer cumplir su palabra. Sería un desperdicio.

- ¿Piensas que nací ayer?

- ¿En serio no me crees?

El castaño afiló la mirada.
- ¿Tú qué crees?

- Que obviamente crees firmemente en todo lo que acabo de decir - respondió con un toque de sarcasmo.

- ...
Si hubiese tenido un cojín en la mano se lo hubiese lanzado en toda la cara.

- ¿No querías... Tocar mi cabello? - recordó. No era algo que le resultara cómodo y no encontraba razones para que el castaño quisiese hacer algo como eso. Pero suponía que quizás tenía curiosidad, como solía ocurrirle cuando era un crío cuando sus compañeros y otros niños trataban de tocarle el cabello.

Ian se movió y apoyó su espalda en el clóset frente al peliblanco. No imaginó algo tan simple pudiese ser tan atractivo... ¿Tanta curiosidad le causaba su cabello?

- ¿Y bien? - volvió a hablar el albino.

- Si vuelves a morder mi oreja, te quedas por tú cuenta - sentenció.

- ¿Vas a dejarme por mi cuenta? ¿En serio? - le sonrió con su sonrisa ladeada. No le creía.

- Sí - dijo de una vez.

- Entonces, no tengo de otra que no hacerlo de nuevo por ahora, después de todo... Estoy bajo sus órdenes aún...

Aghh, cómo amaba y detestaba el de ojos cacao ese tono de voz tan sugerente que daba más información entre letras de lo que decía con palabras. Porque no sabía si solo quería decir eso o si realmente había algo detrás. Terminó sentándose a su lado y empezó a colocarle el cabestrillo.

- ¿Me estás castigando al hacerme vestir esto aún?

- Por supuesto - fue cortante.

El albino solo mantuvo su sonrisa.

- Oye... - acababa de venirsele algo a la cabeza y dudaba si preguntar o no.

- ¿Qué? - Nero lo miró con cierta intriga.

- ¿Puedo preguntar algo? - terminó de ajustar el aparato.

- Acabas de hacerlo.

- ¿Entonces sí? - era algo que hace un tiempo se le había estado pasando por la cabeza.

- No tienes que dar tanto preámbulo, solo lanzalo.

- Si es muy largo puedes recostarte en mis piernas...

- Eso no es una pregunta... - lo miró entre confundido y extrañado.

- Sí sé, es solo... - no sabía por dónde empezar - no tienes que responderlo si te incomoda...

- Gen... Si quieres saber cuánto mid---

Ian le tapó la boca.

- Idiota. No me interesa saber nada de tu cochinada.

MamihlapimatapeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora