Capítulo XV: Cenizas.

89 8 0
                                    

Frente al pelicafé y con los audífonos en su mano, estaba un hombre sumamente alto con un traje ajustado, fumando un cigarrillo. Sin problemas rondaba los 2 metros.

- ¿Eres sordo o quieres que lo repita? - volvió a hablar sin mucho interés en resultar amable mientras tiraba el humo en su dirección. Curiosamente movió sus manos como si supiese lenguaje de señas.

- ¿Se... Se puede saber porqué hiciste eso? - gruñó quitándole los audífonos de las manos y tomando distancia - ¿Por qué tendría que interesarte la razón de que esté aquí? - aunque trataba de aparentar lo contrario con esa actitud desafiante, se sentía bastante inseguro frente a ese tipo. Tenía algo... espeluznante.

Como agradecía aún hubiese luz del día.

- ¿Así que sí escuchas? - miró de reojo hacia abajo - Bien, entonces seré claro. Me interesa porque aquí vive mi familia - tiró el cigarrillo y lo aplastó en el suelo.

Una parte del castaño quería decirle sin tapujos ni detalles a ese trajeado que lo levantase. Pero algo comenzaba a advertirle que jugar con la paciencia de esa persona no era una buena idea.

- ...Así que preguntaré una vez más de forma simple para que puedas entenderlo ¿Qué haces aquí? - pronunció cada palabra con dureza en su voz.

El más bajo se encorvó tan solo un poco, pero fue suficiente para que se viese aún más diminuto frente a la imponente figura ajena.

Se sentía incómodo. Venía a aclarar las cosas con el albino y ahora podía estar atentando a causarle más problemas. Entrelazó sus manos con los audífonos y el móvil entre ellas forzandose a ser más amable.

- Esperaba a Nero... - respondió con suavidad.

Lo único que en ese momento se le venía a la cabeza era que quien tenía delante era el otro hermano del albino, ya que su voz era totalmente distinta a la que escuchó mientras se escondía en el closet, pero parecía severo. Y viéndolo bien... Se parecían bastante en facciones, sus ojos, incluso sus labios... No es que los hubiese mirado demasiado alguna vez... y esa seria expresión. Lo único que no terminaba de cuadrar era su cabello... Pero eso solía pasar ¿No?

- ¿Un amigo de Nero? Primera vez que veo a uno de sus amigos... No suele traer gente a casa ¿Sabes? Jajaj... No sé qué digo, por supuesto que sabes eso. Un amigo de Nero tendría que saberlo...

El cambio de actitud junto con un mal intento de sonrisa de parte del tipo estuvo lejos de darle tranquilidad al pelicafé, sino todo lo contrario. Estaba deseando casi con ansias que no supiera sonreír y ese fuera un intento sincero de ello, de lo contrario, seguro trataba que se fuese y lo que menos deseaba era una actitud hostil de parte de un extraño potencialmente peligroso.


Por supuesto, no tenía cómo saber cuál de las opciones era. Ni tampoco estaba en sus planes marcharse y perder todo el tiempo que hasta ahora había invertido.

- Sí... Algo así me dijo alguna vez, creo... ja...ja...

El hombre de cabello negro como el carbón por fin llevó su atención del más bajo a un manojo de llaves. Quitando el peso de ser constantemente observado.

Aunque el alivio no duró mucho. A este solo le tomó unos segundos encontrar la llave y abrir la reja. La mirada del extraño se plantó de nuevo en su persona e hizo una seña para invitarlo a entrar.

El castaño no supo porqué lo siguió. Quizás su aspecto todavía era lo suficientemente parecido al albino como para convencerlo, agregando que era la casa del albino y era de día... No tenía porqué temer o al menos en teoría. Aunque tampoco es que conociera lo suficiente al albino, pero... Ya estaba dentro.

- Por cierto, ¿No intentaste llamar?

- No parecía haber nadie cuando llamé--...

- Me refería a su teléfono... Supongo no lo tienes. Tampoco es que lo use demasiado... Nadie iba a abrirte a esta hora, llegaste demasiado temprano, aunque no te impacientes. Ya estás dentro ¿No es eso mejor que esperar afuera con el calor que hace hoy? Te quemarás. Pero viéndote bien, ya es algo tarde para eso... Tienes las mejillas y la nariz rojas...

- Supongo... Pero--

- Tranquilo, lo digo en serio, puedes esperar aquí, siéntete como en casa, después de todo eres su amigo... Podemos arreglar cuentas luego si descubro lo contrario.

Agregando que interrumpía más de la cuenta... A penas se contuvo de hacer una mueca cuando volvió a comentar era el amigo de Nero como si eso fuese la llave que abriese las puertas a todo. Suspiró resignado.

- Por cierto, espero no te importe quedarte a solas, yo estoy solo de paso antes de volver al trabajo...

El castaño lo miró incrédulo. El único testigo que tenía para explicar cómo había entrado se marchaba.

- Pero ni siquiera sé tú nombre - comentó dudando si debía haberlo hecho - Nunca te había visto... ¿Qué les digo para explicarles como entré?

- Por supuesto, eso es sumamente importante... Creí te contaría de mi, supongo mis expectativas fueron demasiado altas. No vengo lo suficiente para resultar de importancia. Aunque ese chico no habla mucho de la familia, así que tampoco esperaba demasiado. Soy Félix. ¿Un gusto...?

El menor lo dudó bastante si decir su nombre. Ni siquiera Nero lo sabía todavía, pero algo le decía que una respuesta como: "Nero me llama Gen" no resultaría realmente convincente.

- ...Ian, mi nombre es Ian Genis.

- Bueno, un gusto Ian Genis, siéntete como en casa y espero... nos veamos pronto.

El de cabello negro como el carbón fue directo a la puerta de entrada mientras decía aquello, sin esperar por respuesta.

Al salir solo dejó a su paso una carta sobre un mueble a pasos de la puerta.

Sintió curiosidad por darle un vistazo, pero no era un chismoso, así que hizo lo más inteligente que se le pudo ocurrir en ese momento. Subir las escaleras.

- Aléjate de la tentación Ian... Sabes de sobra que la curiosidad mató al gato.

...

Con el paso de los minutos la idea de toparse con algún otro familiar del peliblanco no le sentaba bien. Ya imaginaba la escena de "¿¡Quién eres y qué haces aquí!? ¡Ni siquiera se te ocurra moverte! ¡llamaré a la policía!" de parte de alguno de sus hermanos y no descartaba la posibilidad de terminar aplastado en el suelo mientras hacían la llamada.

Y vamos, el ir a su cuarto no era mucho más inteligente, después de todo si él seguía molesto no sabía hasta qué punto podía llegar alguna especie de venganza si le apetecía. Pero seguía lo suficientemente determinado a disculparse y aclarar las cosas de una vez en pos de su paz mental.

...

No supo el momento en que se quedó dormido. Ni cuándo se abrió y cerró la puerta

By Ajna Piéride.
Publicado el 02 de junio del 2020.

MamihlapimatapeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora