Capítulo XXIV: Sofocante.

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El crujir de la reja de metal al cerrarse y el girar de las llaves en la cerradura dictó que sin importar lo que sucediese el albino ya no tenía escapatoria. Al menos no una rápida de lo que sabía que vendría.

Al atravesar la puerta principal, tal y como imaginaba, uno de los gemelos los estaba esperando, para ser más específicos el más impulsivo, Dante.

Nero chasqueó la lengua por inercia.

- ¿Te rompiste el brazo?

Fue lo primero que salió de la boca del mayor sin una pizca de delicadeza.

- ¿Cómo pasó? - se inclinó hacia él - No apestas a alcohol, así que por lo menos no fue por eso...

- Que tome de vez en cuando no significa que cada que salga voy a volver borracho... - lo empujó sin ánimos para que se alejara - No soy tú...

- Respecto a eso... Hace tiempo lo dejé, pensé era bastante claro, aún si no nos vemos mucho... - suspiró - En fin, tengo mis razones, pero - agravó su tono de voz - creo que sigue siendo más importante saber qué pasó para que terminaras así... ¿Otra vez andas metido en peleas?

El castaño se mantenía estático tras de Nero, ni siquiera había logrado saludar al escuchar la voz ajena para mostrar su presencia. No es que la actitud del mayor fuese tan hostil como el resto de veces que los había escuchado, pero tampoco tenía la suficiente confianza como para aparecer de repente y entrometerse en la plática de ambos. Por otra parte la voz del albino lo frenaba al resonar repitiendo en su cabeza una y otra vez "es una mala idea".

- Puedes ver las noticias si tanto quieres saberlo - respondió sin pensar. Lo único que quería era zafarse de hablar con él lo antes posible, ni siquiera se detuvo a pensar que sus palabras eran fácilmente malinterpletables.

Craso error. Ya que la imaginación no tiene límites y sin duda la imaginación del mayor voló lo suficiente para desfigurarle la cara.

- ¿¡Noticias!? ¿¡Qué mierda hiciste para aparecer en las noticias!? - le agarró los hombros presa del pánico a penas contenido.

- Mierda--, ten-- cuidado... - gruñó tragándose el dolor - no tienes porqué exagerar.

Eso fue más que suficiente para que el castaño agarrase una gran bocanada de aire juntando valor y se interpusiera entre ambos.

- De hecho este--... Nero... - se aguantó las ganas de llamarlo idiota, descerebrado y cualquier cosa que se le viniera a la cabeza - y yo--

- Y encima traes a alguien y no lo dices ¿Acaso tiene algo que ver también? - soltó los hombros de su hermano.

La mirada severa del mayor se mantenía fija en el ojiazul más bajo, ni siquiera le dio una mirada de reojo por mera cortesía. No sabía que comían, pero ese era más alto que Nero, podía jurar que media dos metros.

- ¿Tan terrible es para que no quieras ni decirlo? - volvió a hablar cuando Nero evitó su mirada.

- ¡No hizo nada malo! - alzó la voz el castaño, logrando al fin captar la atención de quien tenía delante - Bueno, solo esforzarse demás y lastimar su hombro, pero--

- Dios... Gracias... - cambió ese semblante frío al ver a Nero por una sonrisa amable y un tono más suave al ver al castaño.

Ese cambio de actitud tan brusco descolocó a Ian, cómo a cualquier otro que hubiese tenido delante a ese hombre. Pero era más comprensible de lo que parece, después de todo, nadie podía imaginar cuánto alivio le traía a Dante al fin entender algo de lo que estaba pasando y que cualquier idea loca que se le pasara por la cabeza resultasen ser meras exageraciones suyas.

MamihlapimatapeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora