Capítulo VII: ¿Qué haces aquí?

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Sábado. Pasadas las 5 de la mañana. Una neblina cubriendo la ciudad que apenas te deja ver tus propias manos al extender tus brazos hacia adelante, acompañada de un frío que flipas.

Entonces, ¿Por qué estaría dando vueltas por allí un adolorido y magullado castaño?

Pues había quedado de acuerdo con su amigo que si se "quedaba" en su casa otra vez tendría que pagarle la renta. En un principio creyó que no lo decía del todo en serio, dado que las visitas del uno al otro eran usuales desde que se conocieron cuando eran a penas unos críos, pero el universo tenía otros planes y los planetas se alinearon de forma que, justamente este necesitara un favor bastante grande y la primera palabra que pronunció cuando el castaño cruzó la puerta luego de salir del tortuoso turno de trabajo en el que fue "ignorado" por el albino, fue..

- Ahora si que tendrás que pagarme la renta Gen..

Agradecía que no hubiera sido un pago de renta literalmente con dinero, ya que estaba algo "corto" en "recursos", por así decirlo, y para conseguir "algo" extra tendría que sacrificar su sagrado domingo... Algo que significaría su posible extinción o al menos la de sus nervios.

En cambio debió cuidar su casa mientras él estaba de viaje por una semana, con todo lo que estaba en su interior incluido. Algo que no se le hacía en absoluto un problema o al menos eso creyó en primera instancia, ya que había olvidado un ligero detalle.

Esto nos lleva realmente a su salida a primera hora de la mañana y el desastroso aspecto que llevaba.

La respuesta es más simple de lo que pudieras imaginar y no, no se metió en una pelea ni tampoco le robaron. No fue del todo una agresión física la que sufrió, sino más bien... Un accidente con un canino demasiado grande para sus flacuchos brazos.

Sin duda tenía que ponerse a hacer ejercicio como tantas veces se había propuesto, mismas que nunca llegó a llevar a cabo.

- Entonces, te lo repito de nuevo - le comentó bajo la luz de una farola al canino que permanecía tranquilamente sentado frente a él, un husky albino de ojos amarillos que le llegaba a la cintura, cosa que no era ninguna gracia para el castaño con su uno setenta y algo y contextura delgada, la cual esperaba no se mantuviera eternamente - no corras otra vez ¿vale Perro? esto duele - le señaló sus magullones en codos y rodillas junto con un enrojecido mentón - además debes saber que este es un esfuerzo gigante para mi, no soy mucho de levantarme temprano ¿sabes?

Perro solo movió la cola en respuesta mientras lo miraba cariñosamente con esos grandes ojos suyos.

- Ahh.. espero lo hayas entendido, porque tú me agradas y yo creo que también te agrado - se acuclilló frente a la gigante bola de pelos - pero no fue nada agradable ser arrastrado por el suelo metros y metros..

Al momento que le acarició la cabeza, como si fuera una señal, el canino se le abalanzó lamiéndole la cara. Comenzó a reír intentando quitárselo de encima, pero demasiado pronto su actitud cambió dándole un susto casi de muerte al empezar a gruñir hacia algo que se acercaba.

- ¿Perro? ¿Solo le dices así de cariño o realmente le diste ese nombre?

Inclinó su cabeza hacia atrás, a pesar de su loca imaginación que le jugaba una mala pasada creando una escena en la que quizás Perro podría morderle el cuello en ese mismo momento cegado por el instinto protector al olvidar que estaba debajo. Respiró profundo intentando aclarar su mente y para cuando esa persona estuvo bajo la luz del farol por fin logró notar de quien se trataba. El mismo de siempre.

¿Espera? ¿Cómo que el mismo de siempre? No era como si ya comenzara a esperar que fuera el ojiazul, eso no tenía sentido..

- Primero que nada un "hola" habría sido mucho más cortés.. y por cierto, parece que a Perro no le agradas..

MamihlapimatapeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora