Capítulo 18. Luces del norte. Auryn y Sever. Las joyas estrella.

254 28 63
                                    


Las luces del norte lucían todo su esplender aquella noche. Esas eran las luces que Sever, el dios de las nieves de York, parecía encender exactamente en el día en el que un nuevo rey del imperio sería coronado como dictaba la tradición. Aquella era una forma de bendecir el inicio de un nuevo camino, aquel era un día que sería recordado por siempre en el reino. Los habitantes de York, quienes habían decorado las calles del reino con flores de distintos colores y réplicas de las rosas azules de York hechas de papel y de seda, esperaban expectantes el momento en el que el príncipe de largo cabello rubio y ojos verdes recibiría la bendición del dios del norte convertido en luces de miles de colores para poder nombrarlo por fin rey del imperio de York.

Aquella noche, también la luna de principios de otoño brillaba en el cielo radiante y luminosa como un sol de media noche. Porque ella, Auryn, quien había unido a uno de sus hijos con el rey imperial, sería testigo también de aquel hito en la historia, del inicio del reinado de aquel amor que ella misma había elegido y el cual Sever había aceptado también como un amor necesario.

Todo el mundo en York sabía que el príncipe Aslan caminaría de la mano de su prometido, el príncipe Eiji de Izumo. Aunque los dos no estuvieran casados aun, a nadie le había sorprendido el anuncio de que era Eiji quien acompañaría al futuro rey al risco más alto de las montañas de York, ese risco al que solo la familia real y los sacerdotes del reino tenían acceso para llevar a cabo dos eventos: la coronación del nuevo rey y la unión de almas bajo las estrellas de la pareja real, esa ceremonia que tampoco tardaría demasiado en llevarse a cabo.

Y es que cuando un nuevo rey era coronado, el nuevo futuro monarca debía acceder al risco aquel acompañado de un compañero de armas, algo que normalmente era reservado para uno de los generales del reino. Sin embargo, Aslan se había decidido por Eiji de manera inmediata porque él sabía, su corazón se lo había dicho, que no había mejor compañero para aquella aventura que el mismísimo general de la Guardia del Aire quien además era el amado de su corazón y quien sería el compañero de todas sus batallas.

Los ojos verdes de Ash, quien en ese justo instante esperaba por Eiji al inicio del pasillo de personas y flores que se había formado en aquel sendero que conducía a la cima de las montañas, brillaban con emoción y con nerviosismo. Su largo cabello rubio caía en una trenza intrincada sobre su espalda y no había corona aun que adornara su cabeza. Porque sería Sever quien crearía para él una corona de jade, piedras estrella y luz. Porque ningún rey del imperio podría usar jamás una corona hecha por manos humanas.

Ash estaba usando un hermoso traje dorado que contrastaba con su cabello. El joven, quien aquel mismo día había cumplido apenas veinte años lucía hermoso, gallardo y poderoso y todo el mundo soltó un suspiro al ver la sonrisa tierna y cálida que se formó en sus labios cuando las trompetas de la banda de guerra del reino sonaron dejándole saber a la multitud que el hombre que acompañaría a Ash en su coronación estaba ahí.

Aslan se unió al suspiro colectivo que salió de labios de todos los habitantes del reino al mirar al príncipe de los dragones usando lo que sin duda era su traje militar, el traje de batalla que el príncipe Eiji había usado durante la guerra, aquel traje que parecía estar hecho de diamantes como la piel de su dragón, pues las ropas del príncipe destellaban con suavidad bajo el contacto de la luz de las farolas que iluminaban el sendero a las montañas. El cabello negro del príncipe Eiji estaba también atado en una trenza de intrincado diseño y sobre su frente brillaba una tiara de platino y zafiros que sin embargo, no podía competir en brillo con los ojos de su amado.

Eiji caminaba a él con una sonrisa feliz en sus labios y Ash sintió un escalofrío al mirarlo, mezcla de excitación, amor, felicidad y también algo de preocupación porque el medallón de jade que brillaba sobre el pecho del príncipe le recordaba a Aslan la promesa que había hecho a Auryn por medio de Natasha: en unos días más, Aslan descendería a la tierra de las sombras, al mundo de la muerte y aunque aquella idea ya no le causaba temor, era sin embargo terrible el pensar que Ash no podría reflejarse ante aquellos ojos que ahora lo miraban de forma directa y como Aslan sabía que aquellos ojos lo conocían bien, el chico no quiso causarle más temor y pena a su príncipe así que sonrió y sin poder esperarlo más se acercó a él para tomar su mano y besarlo en los labios con suavidad haciendo que el alboroto del pueblo aumentase de forma exponencial. Era bueno saber que Eiji estaba bien, que la fuerza y la alegría habían vuelto a sus ojos oscuros aunque en el fondo de su corazón, Aslan supiera que el príncipe de Izumo estaba aún triste por la ruptura de su lazo con Yut-Lung.

King of my heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora