Yut-Lung miraba la flor solitaria que la magia de Eiji había creado en el yermo suelo del jardín que según las memorias del príncipe de York a las que Yue había tenido acceso gracias a Eiji, era el sitio donde la reina Clarisse Callenreese había plantado miles de rosas azules en su juventud. El dragón se sentía tentado a arrancar aquella rosa de tajo pero la sola idea de que la energía de Eiji fuese desperdiciada lo detenía de cometer un crimen que no tendría sentido.
El dragón sabía que Eiji había utilizado su magia sin pensarlo, guiado solamente por ese deseo de hacer feliz a Aslan que había existido en el corazón del príncipe de Izumo quizá, desde la primera vez que él y el futuro rey de York habían estado en la misma habitación. Aquella rosa azul que Eiji había hecho brotar de la tierra era un símbolo de que sin importar nada, el alma del príncipe de Izumo seguía deseando proteger a Aslan de todo, incluso del dolor de no poder ver las rosas de su madre. Y aunque claro que Yue estaba listo para regañar a Eiji después de la estupidez que había cometido en su estado, el dragón supo que el amor de la profecía seguía ahí, bajo la superficie y que terminaría por brotar como aquella rosa que Yue sospechaba, había nacido para no morir, tal era la magia del príncipe de Izumo.
Eiji había creado una rosa inmortal, la había convocado a la vida con el poder de ese amor que destellaba en el medallón de jade que el príncipe de York le había entregado y el dragón sabía también que los recuerdos seguirían viniendo y que debido a ellos, Eiji comenzaría a alejarse de él. Porque así estaba escrito, porque él siempre había sabido que la profecía hablaba del amor de dos príncipes y no de la estúpida pena de amor no correspondido de un dragón que había cometido la osadía de poner su corazón en manos de un ser mortal.
—Ni siquiera sé por qué me siento decepcionado— susurró el dragón sin dejar de contemplar los pétalos perfectos, brillantes y azulados de la rosa solitaria que reinaba en medio del jardín—. Hace años que entiendo mi lugar en el mundo, hace años que debería haber aprendido a dejar de ser un imbécil. Tú tienes tu lugar en el mundo, pequeño, y yo debería sentirme feliz por ti porque estarás vivo y el príncipe de York es un estúpido, siempre ha sido un estúpido y sin embargo te ama de forma tan profunda incluso cuando no recuerda que lo hace. Cuando él te mira, Eiji, todos los demás parecemos estar estorbando. Él te hace feliz y lo único que tu corazón anhela es verlo feliz a él. Eiji, ¿qué tengo que hacer ahora? ¿A dónde debo ir? ¿Qué se supone que haga un compañero eterno en mi situación?
Las palabras del dragón resonaron en la soledad del jardín. Nunca en su vida se había sentido tan derrotado, como si su existencia no tuviera más sentido que pasar a ser un personaje secundario en la vida de la única persona que le importaba de verdad, de esa persona con la que compartía algo más que un lazo mágico. Con el paso de los años, Eiji se había convertido en la razón de la existencia del joven dragón. Eiji era toda la alegría de la vida de aquel dragón iridiscente cuyo poder provenía de la pureza del corazón de su compañero eterno, ese corazón en el que siempre había vivido otra persona.
Pero ahora que ese compañero eterno estaba a punto de unir su vida a la del hombre al que siempre había estado destinado ¿qué haría él? ¿Había un lugar para él en aquella profecía que parecía estar a punto de cumplirse de forma perfecta? ¿Qué demonios esperaba de él Auryn, por qué la diosa de la Luna jamás respondía a esas preguntas cuando Yue le rogaba con todas las fuerzas de su alma una respuesta?
Yue ni siquiera podía ir al lado de su compañero eterno ahora porque el dragón había visto que Aslan tomaba en brazos al príncipe dormido para llevarlo hacia sus aposentos después de que éste hubo hecho aparecer la rosa azul. De hecho, en aquel mismo instante, el estúpido futuro rey de York estaba ocupado retirando de la cabeza de Eiji su tiara de oro blanco y zafiros con calma, y Aslan estaba atreviéndose a dejar de sus dedos pasearan por la suavidad del cabello negro del príncipe Eiji. Y como si eso no fuera ya demasiado, Yue sintió ganas de gruñir y prender fuego a todo a su alrededor, cuando las manos de Aslan comenzaron a retirar de Eiji las suntuosas prendas de gala con las que el príncipe de Izumo se había vestido para asistir a aquel baile.
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King of my heart.
FanficROYALTY AU: El príncipe de Izumo y el príncipe de York han estado unidos desde el principio de los tiempos. Un lazo mágico ha unido sus destinos desde antes de la guerra, un lazo mágico que pende de una condición: el príncipe Aslan de York debe amar...