Capítulo 10. El hechicero de Amberlía. Natasha. (Parte 1)

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El señor Ibe miraba impresionado el magno evento que estaba desarrollándose delante de sus ojos: en la lejanía, tomando forma en medio del despejado cielo azul de finales de verano la figura de un dragón cuyas alas se movían de forma rápida estaba haciéndose cada vez más y más clara dejando a todo el mundo, incluido Yue, con la boca abierta porque algo así no podía ser posible ¿o lo era?

La comitiva de bienvenida que se había organizado para recibir a Griffin y a los invitados que traería con él, esperaba de pie en la entrada principal del palacio de jade el cual brillaba con intensidad a esa hora de la tarde. Max, los generales del ejército de York, el señor Ibe y Yut-Lung parecían hipnotizados por aquella visión imposible que se iba acercando cada vez más y más a ellos.

Los ojos oscuros de Yut-Lung se quedaron quietos en el movimiento rítmico de las alas de lo que sin duda alguna era una hembra de dragón dorado. El corazón de Yue latía de forma extraña dentro de su pecho y no fue sino hasta ese momento en el que se dio cuenta del enorme peso que llevaba cargando dentro de él al saber que era el único dragón vivo del imperio. Pero no lo era. No lo era al menos que sus ojos estuvieran causándole una alucinación pero no podía ser así: la figura en el cielo era un dragón y pronto estaría en frente de él.

—¿De qué se trata esto, Max?— se escuchó la voz de Shorter Wong quien estaba algo asustado al mirar la enorme figura de la criatura alada que se acercaba a ellos a una velocidad inverosímil— ¿No eran los habitantes de Izumo los únicos que habían logrado hacer un pacto con los dragones?

—Yo tampoco lo entiendo— dijo Max intentando guardar la compostura y luego, dirigió sus ojos al general Soo-Ling quien estaba parado justo al lado de Yue—. Sing, ¿tu abuelo te dijo algo acerca de esto?

—Sí...— dijo el joven general llamando hacia él la atención de todos los hombres que estaban acompañándolo—. Pero jamás pensé que fuera algo más que una leyenda.

Los ojos oscuros de Yut-Lung se quedaron quietos sobre el rostro sonriente del general Sing. Tenía ganas de pedirle que se dejara de preámbulos innecesarios y le contara aquella historia aunque en realidad el dragón encontraba algo chocante que un humano supiera más de sus ancestros de lo que él mismo sabía en ese momento.

— ¿De qué se trata todo esto, Sing?— preguntó Yut-Lung atrayendo hacia él la mirada cálida del general.

—De una historia de amor— respondió el general con calma y una emoción extraña en sus ojos oscuros que hizo que Yue sintiera un escalofrío recorriéndolo de pies a cabeza—. Si no me equivoco, el hombre y la mujer con los que Griffin se encontró en la costa de Amberlía fueron el hechicero Sergei, a quien se le conoce también como Blanca y a su compañera, Natasha.

— ¿Su compañera?— preguntó el señor Ibe sintiéndose un tanto intranquilo—. Pero nadie puede unirse a un dragón al menos que se pronuncien las palabras de magia por parte de un descendiente directo de la familia real de Izumo.

—Mi abuelo me contó que Natasha era un dragón salvaje, un dragón que habitaba los hielos eternos del continente blanco, Sneg. Ustedes saben que solo los dragones del imperio de York decidieron acceder al pacto mágico con los humanos. En otras latitudes, lejos de nuestro basto continente, se dice que existen aún dragones salvajes, dragones que evitan a toda costa el contacto con otras razas.

» Natasha era un dragón así y se encontró con el hechicero Sergei en una de las revueltas en las que éste participó porque es sabido que antes de unirse a su compañera, el hechicero de Amberlía hacía pactos oscuros y luchaba como mercenario en los ejércitos de las criaturas más perversas y oscuras del mundo.

King of my heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora