Capítulo 5. Propuesta. Un beso de fuego.

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Los ojos negros de Yue estaban fijos sobre la brillante luna de principios de verano.

Aquella luna estaba acariciando su largo cabello negro que caía sobre su espalda mientras sus delicados rasgos resaltaban bañados por los rayos de luz que le daban a su piel el aspecto iridiscente de su piel de dragón. Yue se sentía feliz, no podía evitarlo. Estaba tan feliz que por eso había dejado la comodidad de su habitación para pasear por los jardines del Palacio de Jade que a esa hora dormía en silencio. Sing había salido a cumplir una misión de Aslan y aunque aquello era algo extraño, el dragón no se sentía triste. Sing volvería a su lado siempre, sólo tenía que esperar por él.

En medio de la quietud de la noche ni siquiera se escuchaba el llanto de los pequeños príncipes que habían celebrado su sexto mes de vida aquella tarde y que daban más trabajo que la entrenar a la Guardia del Aire. Yue jamás había pensado que sería posible amar a otras personas además de Eiji y de Sing, pero Aysel y Edur se habían metido a su corazón con la fuerza de un vendaval que no podía ser detenido.

Yue amaba a esos dos niños aunque ambos tuvieran el verde esmeralda de los reyes de York en la mirada. Los amaba tanto que cuando ambos extendían hacia él sus manos Yue no podía hacer otra cosa que no fuera sostenerlos muchas horas entre sus brazos. Eiji solía reñirlo diciéndole que los estaba malcriando pero la disciplina no era su problema, ese era problema de sus padres. Yue estaba ahí para amarlos, Yue estaba ahí para hacerlos reír con trucos de magia o paseándolos en su lomo, volando con Eiji a poca altura del suelo mientras los príncipes reían alegremente haciendo que su corazón agradeciera el hecho de estar vivo.

Era verdad que el Príncipe de las estrellas del norte y la Princesa de luz de luna habían llegado al imperio para traer felicidad a todo el mundo. Yue no tenía que hacer más que verlos sonreír para sentirse lleno de ánimo el día entero y sentir que tenía que protegerlos con su vida si era necesario porque el dragón no había olvidado la advertencia de los espíritus del hielo.

Sin embargo, era sencillo olvidarse del mal al contemplar a los hijos de Aslan y Eiji. Aysel era traviesa por naturaleza y siempre estaba invitando a Edur a seguirla en sus aventuras que para ese instante incluían los primeros intentos de gateo. Edur era tan tranquilo como lo había sido Eiji de pequeño y solía observarlo con sus grandes ojos verdes llenos de curiosidad y de cariño. Sí, Yue era débil ante aquellos niños y sin duda se estaba convirtiendo en un dragón cursi pero ¿cómo no serlo cuando estaba rodeado de tanto amor? Yue solía decirle a Eiji, medio verdad, medio en broma que su maldito amor profetizado había convertido al dragón fiero de la leyenda en un blandengue redomado.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Yue quien comenzó a danzar bajo los rayos de la luna, la poderosa luna de verano con la que Auryn bendecía las siembras de aquel año, otorgándoles a todos en el imperio las ricas cosechas del otoño. Auryn cantaba aquella noche porque también estaba feliz aunque el motivo de aquella felicidad se le escapaba al dragón del rey Eiji, quien siguió danzando con delicadeza como si su cuerpo y la música de los rayos de la luna fuera una sola luz.

A lo lejos, a varios pasos de él una figura masculina se quedó de pie contemplando la sublime belleza de su danza. El corazón de Sing pareció detenerse en su pecho al ser testigo de la serena hermosura de Yue quien danzaba así por el simple hecho de que se sentía hecho de felicidad en cada uno de sus recovecos. Sing no pudo evitar sonreír al verlo, y tampoco pudo evitar sentir que su corazón volaba hasta posarse en las manos de Yut—Lung una vez más. En aquel momento, Sing sintió que ningún otro hombre en el imperio había amado tanto como él, que su amor era tan enorme que acabaría desbordándolo.

A veces, Sing no entendía por qué una criatura majestuosa y llena de poder y de sabiduría como Yue le había dirigido siquiera una mirada pero era así. Yue lo amaba, aquel milagro era cierto. Yue lo amaba y él amaba a Yue de forma confiada.

King of my heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora