Capítulo 28. ¿Cruzaremos juntos la galaxia brillante?

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Las luces de la aurora, esa que reinaba en las montañas heladas de York, los rodeaban a los dos reflejándose en la vestidura dorada que Aslan debía usar en una ceremonia como aquella. El rey de York lucía poderoso, era como si sus vestiduras doradas fueran una señal de que en medio de aquellas luces, las de la aurora boreal y las de la luna, él era la estrella más brillante de todas.

Los labios de Aslan sonreían con fuerza. A su lado, Griffin intentaba decir algo pero la solemnidad del momento parecía indicarle que en una ceremonia como aquella no habría lugar para demasiadas palabras. Después de todo, las uniones de almas frente a las deidades eran un acontecimiento raro ya que ningún dios o diosa osaría jamás a llevar a cabo una ceremonia donde el amor verdadero no fuera la razón de ella.

Aquella noche era un hito en la historia después de todo puesto que los elegidos de la profecía tendrían por fin aquella unión con la que sus corazones adolescentes habían soñado. Aquella noche, el hijo de la Luna Madre y el hijo del dios del Norte unirían sus destinos de modo que ni siquiera la muerte pudiera volver a separarlos.

Ya habían vencido al mundo de las sombras y habían arrebatado sus recuerdos a la oscuridad. Su unión se sentía pues como un refugio al final del camino, aquella unión era como si los dioses estuvieran diciéndoles: lo han hecho bien, han hecho del dolor su fortaleza y ahora su amor está listo para convertirse en un infinito como el de las montañas o las estrellas.

Ash sintió que una ráfaga de viento frío acariciaba su cara y que traía hacia él el aroma de Eiji, ese aroma a brisa fresca y rosas azules que parecía ser una constante en la piel de su amado. Eiji estaba a punto de llegar, Eiji llegaría a él a lomos de su dragón iridiscente quien lo entregaría a la eternidad como dictaba la tradición. Yue, al igual que Nadezhda quien estaba sentada sobre el suelo con una mirada serena en sus ojos verdes, bendecirían su unión del mismo modo que Auryn y Sever.

Aquella no era una ceremonia pública, pues al igual que la coronación del rey de York, aquel era un asunto que sólo concernía a las familias reales de Izumo y de York, al igual que a las deidades que habían cimbrado toda la esperanza del mundo entero en la unión de Aslan y Eiji.

En el palacio de jade y en las calles del reino, el pueblo de York esperaba a que la ceremonia terminara para festejar al rey y al nuevo rey consorte, pero nadie además de los amantes, los dragones y Griffin podían presenciar una ceremonia como aquella. Nadie podía saber lo que sucedía en la cima de las montañas de York a riesgo de quedar ciego por el resplandor de las almas uniéndose bajo la luz de miles de estrellas, los colores de la aurora y la intensa luz de la luna de Auryn que serían quienes obrarían el hechizo de amor eterno de aquella noche.

En el palacio de Jade, Max Glenreed había preparado una fiesta por todo lo alto, la gran mayoría de los jefes de estado de todo el imperio estaban ahí. Todos habían sido convocados a celebrar la unión del monarca imperial y la felicidad que esta unión traería para todos. Desde que la profecía no era más un secreto, todo el mundo sabía que la unión de almas de Aslan y el príncipe de los dragones, traería dicha y prosperidad no sólo para los amantes sino para todo el imperio. Esa era la magia del amor de verdad: no era egoísta, no se encerraba en un par de corazones sino que era compartido por todos aquellos que serían testigos del inicio de una nueva era para el imperio.

Sin embargo, en aquel preciso instante a Ash no le importaba ni la fiesta futura, ni todas las cosas que él y Eiji habían tenido que enfrentar en el pasado. El joven monarca de los ojos verdes estaba perdido en las miles de sensaciones que lo invadían en aquel justo instante de un presente precioso que parecía estar hecho de luz.

Ash se sentía ansioso, deseaba ver llegar a Eiji usando su traje militar que lo reconocía como el general de la Guardia del Aire y que tenía el mismo color de la piel de Yue: un universo iridiscente que contrastaría de forma hermosa con el cabello largo y oscuro de Eiji. Ash casi podía mirar ahí a su compañero, al hombre al que había amado quizá, desde la primera vez que habían jugado juntos entre los prados de Izumo o en la habitación de Eiji quien siempre había estado dispuesto a compartir con él cada pequeño detalle de su vida.

King of my heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora