Capítulo 4. La protección del fuego. El renacer del corazón de Izumo.

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Los reyes imperiales salieron al balcón principal del Palacio de Jade debajo del cual la gran mayoría de los habitantes del imperio saludaban a los nuevos padres con muestras de alegría y agitando hacia ellos rosas azules y pañuelos dorados que simbolizaban la bienvenida a los dos niños que, con solo unas horas de nacidos, eran amados en todo el imperio.

A lo largo y ancho de York había celebraciones en nombre del Príncipe de las estrellas del norte y la Princesa de luz de luna. Ni Aysel ni Edur, quienes dormían plácidamente en los brazos de sus padres, eran conscientes de la algarabía que su nacimiento había despertado en todo el imperio pero todo el mundo les hablaría de aquella tarde, la tarde en la que todo York y sus alrededores se habían rendido de amor ante ellos.

Eiji había plasmado el rostro de sus hijos sobre dos enormes trozos de papiro que colgaban del balcón y que les daban a todos los habitantes una idea de cómo eran los nuevos príncipes. El retrato mostraba a los niños mirando el mundo con sus ojos verdes llenos de luz. Al verlos, a nadie le cabía duda de que aquellos niños eran los hijos de los reyes de la profecía, ahí, en sus ojos y en su cabello negro estaban escritas las herencias del rey imperial y del poderoso rey de los dragones. Aysel y Edur eran muy pequeños aun para notarlo, pero sus padres sí podían sentir aquel amor que su gente sentía por los príncipes. Y aquello era algo afortunado, algo hermoso. Porque eso quería decir que Aslan y Eiji estaban haciendo un buen trabajo y que todos en el imperio se sentían tratados con justicia, aquella era una señal de que sus súbditos eran tan felices como ellos mientras el mundo nuevo que ambos construían seguía su marcha trayéndole dicha a todos.

—Creo que es hora de llevar a nuestros príncipes adentro, alteza— dijo Max Glenreed acercándose a Eiji de forma discreta mientras éste seguía saludando a la multitud que seguía gritando los nombres de sus hijos con verdadera dicha—. Hemos preparado también sus alimentos y como usted y Ash han pedido explícitamente alimentarlos sin tener necesidad de conseguir una nodriza...

—Siempre tan eficiente, anciano— dijo Ash riendo y notando que Edur, quien estaba en sus brazos, se movía de forma inquieta dándole a entender que su hijo empezaría a llorar en cualquier momento—. Eiji, creo que el viejo Max tiene razón, Edur tiene hambre...

—Aysel también— dijo Eiji sin dejar de sonreír, perdido en la contemplación de su pequeña hija quien empezaba a moverse al igual que su hermano y Eiji se preguntó si siempre era así con los hermanos mellizos quienes parecían estar siempre en una conexión profunda—. Da tu discurso final y llevémoslos adentro.

Aslan asintió y se acercó a Eiji para depositar un beso en su frente lo que causó furor en los habitantes del pueblo quienes guardaron silencio después de que sonaran las trompetas que anunciaban que el rey imperial estaba a punto de dirigirse a ellos.

—Les agradezco a todos por estar aquí con nosotros para compartir la felicidad que nos embarga a mi rey y a mí, mi amado pueblo— dijo Aslan con una sonrisa brillante que hizo que sus súbditos se preguntaran si ese rey que sonreía de aquel modo era el mismo que reinaba con severidad y justicia desde su trono de jade donde siempre lucía más bien severo e inconmovible—. Hablo por mí y por el rey Eiji cuando digo que hoy es uno de los días más felices de nuestras vidas. Nuestros dioses de luz han decidido bendecirnos con el nacimiento de dos niños que serán parte de nuestra familia y de todas las familias de York que luchan a nuestro lado para poder reconstruir la grandeza de nuestro imperio. Estuvimos juntos durante la guerra y ahora, celebramos la llegada de Aysel y Edur Callenreese-Okumura en la paz. Amado pueblo de York, amen a sus príncipes con todo el poder de su corazón porque ellos son nuestra nueva esperanza, Eiji y yo les enseñaremos a amarlos a cada uno de ustedes. Ahora vayan y festejen. Lord Glenreed ha preparado fiestas y banquetes para todos ustedes. Festejen hoy y olviden el trabajo cotidiano. Celebren, beban y coman en nombre de nuestros príncipes y que la esperanza de su nacimiento los acompañe hoy y siempre.

King of my heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora