Capítulo 2. Una profecía de amor. Lo que dijo el dragón.

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Los ojos verdes de Aslan estaban fijos sobre el enorme jardín del palacio de Jade. Todo estaba destruido. Ahí donde las manos de su madre habían plantado miles de flores de colores, ahora solo había pedazos de cristal, concreto y otros materiales. Todo estaba en calma en aquel instante, era como si el reino entero estuviera disfrutando de verdad la primera noche de paz después de una guerra que había durado casi cinco años.

Aslan estaba sentado sobre una de las pocas bancas de cristal que había sobrevivido a la destrucción de la guerra, estaba usando el largo camisón para dormir que los sirvientes habían preparado para él. Todos querían que el héroe y señor de todo el reino de York tuviera por fin el descanso que merecía pero el joven príncipe no lograba conciliar el sueño. De una forma u otra sus pensamientos seguían yendo hacia el rostro de su prometido, de Eiji. Ash no podía sacarlo de su mente, no podía dejar de pensar en el calor que sus manos habían sentido al tocarlo, ni en el modo en el que los ojos de Eiji lo habían mirado por pocos segundos: con total adoración y expresándole un amor tan profundo que el príncipe de York sentía escalofríos de solo recordarlo.

Eiji. Eiji. Eiji. Eiji.

Aquel nombre no dejaba de dar vueltas en su cabeza, no desde la primera vez que lo había pronunciado. El nombre del príncipe de Izumo era como un encantamiento, una especie de hechizo que hacía que el rostro dormido del chico de los cabellos oscuros apareciera en la mente de Aslan sin que él pudiera evitarlo y después, podía ver también el rostro sonriente de Eiji, ese que parecía venido de un sueño. Ese recuerdo también inundaba la mente de Aslan provocándole unas terribles ganas de sonreír la noche entera.

¿Estaba volviéndose loco acaso? ¿Por qué sentía que aquel recuerdo era más que un recuerdo? El joven príncipe suspiró y una vocecita en su mente le lanzó una pegunta en la que él de verdad no había pensado hasta ese justo instante: ¿por qué no le preguntas al dragón?

El corazón de Aslan se detuvo por un instante al considerar esa opción y se sintió un tanto estúpido por no haber hecho eso antes de salir de la habitación de Eiji cuando un mensajero del palacio le pidió que atendiera una reunión de emergencia con los consejeros reales. En aquel instante, el joven solo había soltado la mano de su prometido bajo la atenta mirada del mensajero quien había observado la escena con un dejo de ternura en los ojos, cosa que hizo que el futuro rey de York se sonrojara como un vulgar colegial.

Lo cierto es que la intromisión del mensajero se había sentido como una interrupción violenta porque si lo hubieran dejado, Aslan se habría quedado la noche entera contemplando el rostro dormido de su prometido quien, a pesar de estar herido, tenía en sí una belleza innegable que haría que cualquier hombre o mujer sobre la tierra quisieran mirarlo por siempre.

—Pero él es mi prometido...— susurró Aslan sin darse cuenta—. Tengo derecho a saber más de mi prometido.

El joven príncipe se levantó de un salto al pronunciar aquellas palabras. Él era el jodido rey de York, la ceremonia de coronación se llevaría a cabo el mismo día en el que su prometido pudiera mantenerse en pie. Él era el héroe de leyenda que había salvado a todo el reino de las atrocidades del gran conquistador. Tomando en cuenta todos esos atributos, Aslan creyó que enfrentarse con un dragón y preguntarle todo lo que quería saber no tendría que ocasionarle el miedo que en realidad sentía. Porque eso era, estar en presencia de un dragón requería demasiada fuerza ya que, antes de que el primer humano naciera, ellos ya habían estado ahí.

—Tienes que dejar de ser un cobarde si quieres dormir— se dijo el príncipe mientras sus pasos se encaminaban una vez más hacia el ala norte del palacio—. Quieres entender qué es lo que tienes que hacer para salvar a Eiji ¿no es así? Entonces ve y enfrenta al dragón, cobarde. Enfréntate el problema y resuélvelo como siempre lo has hecho.

King of my heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora