Capítulo 3 • Si existieras

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Sí de verdad existes… Sácame de aquí. 

¿Cómo estará mamá? ¿Jongjin sabrá lo que ocurre? ¿Qué pasó con los chicos? ¿Y si a alguno le pasó lo mismo? 

JongHoon cerró la regadera, ni siquiera el agua caliente podía llevarse la pesada carga de preguntas y vulnerabilidad de la que hallaba inundado. Se echó la toalla alrededor de la cintura y con otra se cubrió sobre los hombros. 

Eran las nueve de la mañana, el pequeño reloj sobre el muro junto a la puerta lo decía. 

Pero no sabía nada más, en qué día ni en qué lugar se encontraba. 
Qué frustrante era perder la noción del tiempo.

Su cabeza daba mil y un vueltas a lo que el hombre le había dicho anoche. 
Qué pena… Jamás había creído que terminaría así. 

Se miró en el espejo y supuso muchas cosas aunadas a lo que las acciones del castaño le habían dado a entender. 
Movió la cabeza negándose a comprender por lo que realmente estaba ahí.

Lo usarían, las palabras "Trata de blancas" le atravesaban los pensamientos como una gruesa aguja al rojo vivo. Sí, lo usarían. Lo vendería una y otra vez, hasta que alguien llegara a su precio y Dios sabría a dónde lo llevarían. Pero no todavía… 

Tenía aún las ligeras heridas en el cuerpo de cuando fue atrapado en el baño del bar. Moretones en las piernas, rasguños en los brazos, y un par de moretones en el área donde doblaba el brazo… Los dedos del castaño marcados en su brazo finalizaban la cadena de miseria en la que desgraciadamente había caído. 

Maldito el momento en el que se escapó de casa. 

Tal vez el hombre estaba esperando a que tuviera un aspecto más "rentable"... 
¿Reír o llorar?
Le dolía incluso tener que pensar así de él mismo. Cómo si automáticamente hubiera dejado de ser una persona para convertirse en un objeto.

¿Pero en qué más iba a poder pensar? No tenía idea de nada, me moría de terror y tristeza cada vez que oía pasos acercándose a la habitación… Creo que sus gestos de anoche habían sido claros. Sólo me quería para una cosa. 

El cerrojo tronó antes que se abriera la puerta. Una vez más, apareció la mujer del día anterior con otra charolaven sus manos; mirándolo con una sonrisa que si bien, era amable, a JongHoon no le provocaba consuelo alguno. 

— Hola. Te traje el desayuno.— Habló con un exagerada pronunciación de la r. Entonces JongHoon comprendió que ella no hablaba coreano, probablemente ni siquiera le había entendido cuando le pidió explicaciones… ¿En verdad estaba tan lejos de casa? — … Será mejor que te cambies, el señor Cho viene hacia acá. 

La señora dejó la charola a un lado antes de darse media vuelta y salir de la habitación. JongHoon se deshizo de las húmedas toallas que lo cubrían para colocarse la bata negra de seda. Avanzó hasta las puertas blancas de la pared y abrió el clóset. Grande y casi vacío, tenía unas cuantas mudas de ropa incluyendo la interior. 

Se pensó en que ponerse, lo que lo hiciera ver menos atractivo, lo menos atrayente para el hombre…

— ¡Oh Dios! —Exclamó en un jadeo cuando nuevamente abrieron la puerta de golpe. 

Kyuhyun lo miró y le dedicó una ligera sonrisa de lado antes de cerrar detrás de él la puerta. 

— Buenos días, JongHoon. — El pelinegro se quedó pasmado por el miedo que seguía teniendo de estar en ese lugar. 

Tanto tiempo pensando en no verse atrayente y ahora sólo llevaba una simple bata. 

— Los saludos, por educación, se contestan. — Recalcó el castaño con voz pacífica. Jong asintió temeroso.

Diario de un Creyente (KyuSung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora