Christopher vapuleó al chico hasta que no pudo mantenerse de pie. Con un simple ademán los acompañantes del australiano levantaron al joven y lo sujetaron para que Christopher pudiese golpearle mejor.
Ni siquiera importaba el motivo, Bang sabía que era algo importante pues de lo contrario alguien ya habría intervenido diciendo que lo hecho por el chico no era tan serio para semejante paliza.
Así que, sin detenimientos, Christopher sacó todo su estrés y furia contra el pobre joven que acababa de perder el conocimiento.
Podría matarlo y poco le importaba. Su pecho ardía al igual que sus nudillos cada vez que éstos hacían contacto con la piel ajena, su cabeza punzaba y las nauseas sobre su estómago sólo parecían ir en aumento.Esos síntomas eran los efectos secundarios del veneno provocado por el amor.
Christopher Bang estaba perdidamente enamorado de Yang Jeongin y quizá lo peor de todo (al menos eso que mayor dolor causaba en Christopher) era lo prohibido e imposible que era amarlo.
Amar de forma abierta a Jeongin significaba arrastrarlo al infierno al que Bang llegó por necesidad, amarlo era algo que únicamente llevaría a poner en riesgo al coreano y que podría herirlo de formas diversas, muchas de éstas fuera del alcance de protección de Chris.Amarlo de lejos sólo intoxicaba a Chan y él estaba bien con eso. Él ya se estaba pudriendo a causa de sus acciones pasadas y estaba en proceso de continuar contaminándose por las acciones que haría. Un veneno más dentro de él sonaba como algo que podría resistir.
Pero esta pócima tan tóxica que conllevaba el amor era más fuerte que cualquiera de las que ya corrían por sus venas.
Conoció sus verdaderas debilidades hasta que tuvo que enfrentarse a las constantes secuelas de esta enfermedad que estaba asfixiando su corazón y que carcomían todas sus ideas para implantar unas nuevas llenas de aquel chico de ojos finos que vivía frente a él.El miedo no era algo desconocido en su vida, pero desde que apareció Jeongin, éste tomó una fuerza ingente que atormentaba las noches de Bang. Temía por Jeongin, temía por sí mismo y sobretodo temía no conocer jamás como sería tener al coreano entre sus brazos.
Pateó el cuerpo inconsciente logrando que se zafase del agarre de los compañeros de Chan. Sus frustraciones seguían intactas y lo entendía: necesitaba que lo golpearan, que cambiasen la agonía de su interior a una agonía exterior que pudiese distraerlo aunque sea por unos segundos, el golpear a alguien no era liberador sólo era salvaje.
Uno de los chicos que iba con el australiano se puso de cuclillas para revisar el estado del sujeto.
—Creo que fuiste muy brusco para ser alguien que no llegó a su cuota —el castaño habló picando con su índice la frente del cuerpo.
—Pudieron pararme —Chris gruñó mientras limpiaba sus nudillos en su ropa.
—No, gracias ¿y terminar siendo él? —el chico restante que permanecía de pie negó mientras encendía un cigarro.
—Estabas demasiado molesto y hoy no tengo ganas de morir —Han Jisung dijo y Seo Changbin asintió a lo dicho por el castaño mientras éste ponía de pie.
—¿Qué demonios te pasó? —preguntó Jisung al mismo tiempo que robaba una calada del cilindro de nicotina del pelinegro.
—Nada —contestó taxativo mientras dejaba salir un audible suspiro.
Había tenido un pequeño encuentro con Yang en la mañana y desde ese punto su cerebro no paraba de evocar la delgada figura del pelinegro, sobretodo la preciosa sonrisa que le dirigió después de cruzar un par de palabras.
Quiso gruñir ante el regreso de aquella imagen que su corazón ahora tanto atesoraba, pero no podía dejar que sus emociones tomasen el control dejándolo vulnerable, aún cuando su cuerpo se sintiese débil por los fuertes efectos que tenía aquel romántico padecimiento no se podía permitir dar esa imagen frente a nadie.
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antología; skz
Hayran KurguDiversos one-shots o drabbles que voy escribiendo sobre shipps de Stray Kids o de ellos en general.