Un largo camino en la búsqueda de la fortaleza

87 8 48
                                    

El suave sonido del viento chocando con las copas de los árboles dominaba. La vida en el bosque emergía en aquella tranquila mañana de primavera, más, alejado de cualquier pokémon, un par de pequeñas orejas azules emergieron de un instante a otro de un arbusto, moviéndose con timidez, atentas y desviándose hacia varias direcciones con tal de prevenir cualquier "enemigo" que se le acercase, no pasó mucho cuando la punta de una negruzca nariz emergió de igual manera de aquel arbusto, empezando a olfatear con timidez.

El sonido del viento prevalecía, más aquellas orejas y nariz se negaban a confiarse, atentas a cualquier presencia que se encontrara a su alrededor, a cualquier enemigo mortal que se propusiera atacarla y acabar con su vida.

.

.

.

.

Más no pasó mucho antes de que el grito horrorizado y asustado de la pequeña Riolu que ahí se encontraba, fuera lo siguiente en escucharse.

.

.

.

.

Luego de que una sonriente y maquiavélica Lucario finalmente cayera sobre el arbusto, y comenzara así su frenético ataque de cosquillas tras levantarla y sacarla de su escondite

.

.

.

.

—"¡Me rindo mami!" —La pequeña Riolu, con pequeñas lágrimas emergiendo de sus ojos, nacidas de la excesiva risa, solo podía decir aquellas palabras en ahogados gruñidos, conforme la Lucario no parecía tener piedad en su tortura cosquillesca.

"Niña traviesa, ¡Te dije que no debías venir a este lado del bosque!" —La voz por telepatía de la Lucario comenzó a emerger mientras la misma únicamente mantenía una sonrisa encabronada, sin ser capaz de enojarse con su hija, a la par que continuaba en sus cosquillas, mientras que la Riolu no paraba de reír.

No pasó mucho antes de que las cosquillas comenzaran a cesar, más la adulta pokémon no tardó en empezar a lanzar pequeñas mordidas a la pequeña Riolu como forma de juego .

La Riolu no se contuvo a responder a aquellas mordisqueadas con otras de similar magnitud, lejos de doler, ambas solamente disfrutaban el jugar con la otra, más no pasó mucho antes de que finalmente otro ser apareciese.

—"¿Así es como planeas corregirla, Ami?" —Un serio y molesto gruñido emergió, a lo que tanto Lucario como Riolu terminaron por girarse hacia el origen de este, un pequeño sendero que conducía a la tribu, la pequeña pokémon solamente pudo bajar sus orejas más desanimada al ver la molesta mirada del Gallade puestas sobre ella.

La mirada de su padre... Masuyo.

"No seas tan exigente con ella, solo quiere jugar" —La Lucario volvió a hablar una vez que tomaba con mayor seguridad a su hija en sus brazos, mientras que la Riolu no se atrevía a ver a su padre.

El Gallade no tardó en empezar a caminar hacia la Lucario, con cada paso que daba, el miedo en la Riolu aumentaba, más la Lucario solo lo veía con ceño fruncido y erguida, sin denotar sumisión en lo absoluto, solo terminó por elevar la mirada una vez que su pareja estuvo finalmente delante de ella.

Más esta solo pudo extrañarse, al igual que su hija, una vez que Masuyo posó con amabilidad su mano sobre el hombro de la pokémon y, comenzando a agacharse y haciendo que esta se agachara por la propia inercia, señalara en silencio con su rostro.

Eterna Voluntad: Los nuevos portadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora