𝑫í𝒂 𝒅𝒆 𝒑𝒍𝒂𝒚𝒂

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B A N G  C H A N

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B A N G  C H A N

   ¿Qué era lo mejor de salir con Christopher Bang? Pues, muchas cosas. Si tuviera que elegir solo una, sería sin duda, su infinito cariño, o lo detallista que podía llegar a ser, o lo lindo de su espontaneidad.

  Pensaba eso mismo cuando llegaste a mi casa de la nada, sin aviso previo o antelación, llegaste y propusiste, creo yo, el plan más raro y precioso que pudo haber cruzado tu cabeza jamas.
  
   Mis días anteriores a ese, habían sido los peores. Había llorado mares enteros, y mi única excusa para sonreír un poco era hablar contigo.

  Supongo que eso te impulsó a llegar a mi casa, con las llaves de tu auto, una carpa en el maletero y bastante comida.

—Vámonos de viaje, tengo una semana— propusiste, tan casual como era ir al supermercado.

—¿De viaje? ¿A dónde? ¿Cuándo?

—Si, no tengo idea y ahora mismo — me respondiste inocente, como si así le quitaras un poco lo ridículo a tu idea.

 
  Y vaya, funcionó.

   Acepté tu idea porque, no sé, pero lo hice. Así que entramos corriendo en mi casa y tomamos un bolso mediano de viaje que tenía y me ayudaste a poner ahí algunas cosas que quizá me servirían.

—Lleva un traje de baño, quizá terminemos en la playa.

   Me reí porque lo que estábamos haciendo era tonto, inmaduro, y encantador.

   Salimos y subimos en tu auto, empezando nuestro viaje sin rumbo. Condujiste por algunas calles como si de verdad tuvieras un destino.

—Oye cariño, ¿A dónde vamos?

—Ni idea, creo que a desayunar — desviaste la mirada de la carretera y me miraste, y ambos reímos como idiotas.

     
   Al final si fuimos a desayunar en una cafetería bastante lejos. Al terminar nos subimos nuevamente a tu vehículo y antes de arrancar me miraste con una sonrisa cómplice.

—¿Busan?

—Busan — te respondí.

     
   Nos pusimos en marcha, y unas pocas horas más tarde, pisábamos el suelo de Busan.

   Nuestra primera parada ahí fue el mercado Jagalchi, y obviamente almorzamos ahí. Jamás había ido, así como jamás había estado en Busan, asi que tú hacías de guía turístico, un poco disfuncional pero un guía turístico al fin y al cabo.

  Al salir, fuimos a la playa, y estuvimos ahí toda la tarde.

   Nos habíamos metido en la orilla y habíamos hecho la estupidez cursi de jugar a salpicarnos agua, luego nos cambiamos en el auto y nos tiramos al mar.

  Cuando el sol se metió y las personas comenzaban a dispersarse, nos sentamos en la arena, yo entre tus piernas y tu acariciando mi húmedo cabello.

—¿Qué te ha tenido tan mal estos días? — preguntaste, tras un silencio sostenido, con tanto amor que podría haberme largado a llorar —. Se me ocurrió esto porque te notaba mal, y bueno, porque te amo.

   
   Reí, porque a pesar de las tonterías y el tono bromista con el que habías dicho las últimas frases, me habías conmovido.

—No lo sé con exactitud, cariño, fueron muchas cosas que se han ido sumado, hasta ahogarme — confesé, automáticamente dejaste un beso en mi cabello —. Más de lo mismo de siempre, supongo. Pero realmente no me apetece hablar de eso.

—Está bien, no hace falta que digas nada más.

—¿Sabes que sí sé? — me miraste expectante — Que te amo.

   Reíste negando, y nos obligarte a ponernos en pie.

—Eres cursi cuando te lo propones, eh.

   Si, lo era.

  Sin mediar palabra tomaste mi mano y nos guiaste, no sabía a donde. Acabamos en un hotel, porque en algún lado debíamos dormir.

   Entramos en nuestra habitación, y dios, era preciosa. A pesar de lo espontáneo que el viaje había sido, quisiste darte el verdadero lujo en el hotel. Era preciosa en todos los aspectos,  pero lo mejor, era ese ventanal que dejaba ver toda la playa de noche alumbrada por la luna.

—¿Tienes habre? ¿Servicio a la habitación? — dijiste interrumpiendo mi observación. Yo negué.

—¿Tú si?

—No, comimos bastante hoy —dijiste recostandote boca arriba en la cama, yo aproveché para subirme sobre ti.

  Me miraste curioso, y yo dejé un beso suave en tus labios.

—¿Por qué eres tan lindo? Me haces sentir insegura.

—¿Insegura?

—Solo tú me encuentras linda.

—¿Ah, si? — dijiste poniendo tus manos alrededor de mi cabeza — Pues yo creo que tu cabello es precioso, y creo que tus ojos son los más brillantes de todos, y estoy muy enamorado de tu naricita.

—Ya, cállate — reí.

—No — pusiste tus manos en mi cintura —. Tus clavículas me vuelven loco, ¿Sabías? Tu espalda, tu cintura, tus piernas, todo de ti, es increíblemente hermoso, no quiero que lo dudes más. Estoy enamorado de cada centímetro de tu piel, cada centímetro de tu piel es perfecto a su manera. Incluso de tu imagen en la mañana, que debería ser una obra de arte.

—¿En la mañana? — reí — ¿Con máscara de pestañas bajo los ojos y el cabello enredado?

—Con eso e incluso tu aliento.

—¡Bang Chan! — rei escandalizada y tú no dijiste nada que me dijera que fuese una broma.

—Estoy enamorado de ti — susrraste —. De lo terriblemente competitiva que eres, lo terca e inmadura que puedes llegar a ser, de tu sentido del humor, lo sensible y risueño de tu corazón. Estoy enamorado de lo alegre que eres, estoy enamorado de tu mal humor, de tu risa y de tu voz. En concluidas cuentas, de todo.

   No supe como responderte, así que te besé sin importarme que nuestras bocas se mezclarán con mi lagrimas.

—¿Quieres saber hasta que punto estoy enamorado de ti?  Cásate conmigo.

  
   Miré tus ojos, y noté que no había pizca de broma, más bien tus ojos estaban brilloso de lágrimas. Asentí, y volviste a besarme.

—Prometo que al llegar, te daré una propuesta mejor y tu anillo.

—Esto es suficiente, cielo, no quiero más que esto.

   De verdad que no quería más que eso, porque esos momentos junto a ti eran lo único que, al final del día, me importaban.



       

   Espero que tengan una linda noche o un lindo día 🌼

             
                 Gracias por leer.
    

ˢᵗʳᵃʸ ᴷⁱᵈˢ ¡!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora