'64.||CUATRO.

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DYLAN!

       ME removí por quinta vez en la silla y Rebecca me dio una mirada fulminante—te movés una vez más y te saco a patadas—se quejó y devolvió su vista a su celular, definitivamente sería buena madre.

Las señoras nos miraban, me analizaban de arriba abajo «¿Estará acompañando a la hermana?» «No no, creo que es el padre» cuchicheaban las mujeres a unos metros más lejos de mí, intenté darles la misma mirada de odio que tenía Rebecca pero las mujeres fingieron no haberla notado y minutos más tarde, volvieron a hablar, siendo esta vez, motivo de sus críticas que llevaba la cara tatuada.

—Eu, Bequi—Dije y la castaña, sin mirarme soltó un «¿mhm?»  No dije nada, a lo cual ni siquiera notó y después de leer en mi celular, volví a llamarla.

—¿Qué Dylan?—preguntó mirándome, los nervios la ponían malhumorada.

—Todas las mujeres toman agua, ¿Te traigo?—pregunté.

—Quizás sólo tienen sed—respondió.—Estoy bien.

—Leí en mi celular que eso hace más clara la ecografia—respondí y la castaña me miró, suspiró y asintió.

—Bueno, pero no te tardes—respondió y dejé la mochila sobre la silla para que ningún cazador hambriento se llevara a mi Bequi.

Busqué el dispensador de agua encontrándome con un montón de señoras hablando, y comiendole el cuero a una tal Rosita, «pobrecita» pensé y cuando intentaba irme sin ser descubierto, las mujeres me llamaron.

—Corazón, ¿Estas perdido?—preguntó una, a lo cual negué.

—¿Venís a acompañar a tu mami? ¡Ojalá mis hijos hicieran eso!—sonrió una mujer cuarentona que tenía un lunar sobre los labios, los cuales eran finos y pintados de un rosa brillante.

—No, vengo a ver a mi hija—respondí y se quedaron calladas. Sentí el silencio como una afirmación para poder marcharme y me volví al asiento, pero antes de poder sentarme noté que había un chico poco más grande que yo hablando con ella.

—¿Y el papá?—preguntó con una sonrisa encantadora, y si él agua no hubiese sido para Rebecca, le tiraba el vaso encima.

—Acá—respondí y el chico quedó perplejo. Se levantó rápidamente, incómodo, nervioso y me pidió disculpas mil veces, para que después de que yo finja haberlas aceptado, desaparezca entre las sillas del hospital. Solté un suspiro mientras me sentaba y con una sonrisa infantil, le di el agua.

—Te tardaste—se quejó y me reí.

—Señoras chusmas, es todo—ella asintió dándole un trago al contenido del vaso descartable.

—Y... ¿Te parece buena idea si después de hacer ésto... Hablamos con tu mamá?—pregunté y ella se mordió el labio, sabía que se había puesto más nerviosa pero cuando quise abrir la boca para retractarme, ella soltó un «sí, buen plan». No quise hablar más del tema hasta que fuesemos al auto, sabía que se moría de nervios y más siendo que ahora tendríamos que enfrentarnos a nuestras familias, aunque la mía no me preocupaba porque no esperaban nada de mí, era imposible defraudarlos ya.

—¡Masa!—gritó una mujer con un traje rosa y Rebecca no lo notó, pero yo sí. Se había inscripto con mi apellido. ¿Ésto era señal de algo, no?

El celular sonó, el mío. Rebecca se frenó en seco y me miró, la pantalla trizada dejaba leer "Paloma", y despues de cortarle sin pudor alguno, guardé el celular en el bolsillo y la abracé por los hombros.

—Vamos que la bendi nos espera—sonreí,y ella también. Todo se acomodaba de a poco.

[...]

Un millón de preguntas hacia esa mujer, yo me moría de nervios y más siendo que no entendía nada de las palabras que ellas usaban. La doctora se levantó y ambas mujeres se dirigieron a la camilla, Rebecca se levantó la remera y el gel tocó su piel, mi mano buscó ansiosa la suya y después de que ella les dejara un beso cálido en mi dorso, me sentí cómodo después de muchísimo tiempo.

Sus ojos nerviosos miraban a la doctora, la cual escribía algo y marcaba, revisaba, movía el artefacto sobre el vientre de la castaña pero sin dejarnos ver nada. Yo, solo podía mirar a la mujer que había visto crecer, que se encontraba llevando un hijo mio en el vientre.
Sabía que la amaba pero también sabía que había arruinado todo, por ella había sentido el amor más puro y real que había sentido alguna vez por alguien, yo mataba por ella y moría también. Pero había sido muy joven e inmaduro, entonces fue entendible que meses atrás, no supe amarla.

—¿Y? ¿Lo podemos ver?—preguntó nerviosa y me reí.

—Tranqui Bequi, que la bendición no necesita padres ansiosos, tenemos que sabernos comportar—me reí.

La doctora me miró confusa—¿Cómo qué la bendición?—preguntó y giró la pantalla—si acá veo dos.

•••

A QUE NO SE LA ESPERABAN ESAAAAA

✧Ángel ↦Dillom✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora