'79.||Borrarle dos a los puntos suspensivos.

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DYLAN!

               ―TODAVÍA me acuerdo mi primera salidita a la calle, es una gilada. Se te pasan las tres horas y parecen diez minutos, te dan una lista de obligaciones y ¡Encima!―dijo haciendo énfasis en la última palabra;―¡Encima, después te hacen un millón de preguntas!―comentó uno de los chicos, Mateo, del cual me había hecho amigo los últimos días.

Me reí y negaba mientras guardaba ropa en la mochila;―Esperemos que seas solamente vos, romper las expectativas.―Me expliqué mientras cerraba el bolso y lo colocaba sin ningún tipo de delicadeza sobre mi hombro. Me giré quedando cara a cara con mi compañero;―voy a volver, lo juro.―me reí.

―Éso espero, acá te esperamos―sonrió.

Después de acordar alguna serie de reglas (no consumir alcohol, estar en constante compañía de uno de mis padres, volver a tiempo, no salir de los sitios acordados, etc) pude dejar el edificio detrás. Al inicio, estaba en mis planes irme y no volver, pero en el camino pude replantearme la persona que era al llegar, y la que soy ahora que estoy tan cerca de irme.

Como me lo esperaba, mis papás no llegaron nunca. Me pasé cuarenta y cinco minutos sentado sobre una piedra en el camino. Con hartazgo decidí subirme al primer colectivo que pasaba y me pudiese dejar cerca del barrio. 

El transporte no iba demasiado lleno pero tampoco vacío, no tenía plata para pagar pero una mujer amable me hizo el favor de hacerlo por mí. "Que Dios te bendiga, hijo."

Me senté casi al fondo, apoyé la cabeza contra el vidrio y cerré los ojos. Ésta no era la libertad que me imaginaba, pero tampoco estaba demasiado libre... En cuarenta minutos llegué a la entrada del barrio, caminé todas las cuadras hasta mi casa rodeado de música, pibes jugando a la pelota en cuero y colores de algunos grafitis. 

Toqué la puerta de mi casa. Para mí era curioso como en la casa de algunos amigos de la infancia, siempre había un olor a hogar que en mi casa no, el olor a madre, a comida horneada o a simplemente, un refugio. Mi casa olía a hospital, éso no era un hogar.

―Hola, ¿Qué...―preguntó mi mamá al abrir la puerta automáticamente, pero al verme abrió los ojos enorme.―¿Hijo? ¡Mi amor!―exclamó estrechándome entre sus brazos. Yo me quedé casi estático, sin moverme. La cara no expresaba ninguna emoción―¿Te escapaste? Dy, yo quiero que estes bien pero...

―No, no me escapé―respondí alejándome;―hoy es mi día de salida, mi primer salida. Se supone que me tenían que pasar a buscar.

―¡Dios! Perdón hijo, tu papá confundió las fechas, pensé que era en unas semanas, no hoy―suspiró;―escuchame, vamos a hacer alguna cosita familiar... Comer, ir a la plaza. ¿Te parece amor?

―No, no quiero hacer ninguna mierda familiar―respondí pasando adentro de una buena vez.―Tiré la mochila sobre el sillón y me di vuelta para salir.

―¿Cómo que mierda familiar?―preguntó frunciendo el ceño.―Esto es difícil para todos, hijo.

―¿Cómo esperas vos que yo haga un cambio, si ustedes no hacen una mierda por mí?―pregunté acercándome, estaba enojado, defraudado. Había pasado los últimos meses pensando como sería verla.―Ustedes no son ni la mitad de lo que es una familia, antes de hacer planes de porquería mejor acomodá el calendario.

―No seas irrespetuoso conmigo Dylan―suspiró.

―La vida de todos sería mas fáciles si cortáramos lazos de una buena vez;―añadí.

Salí de la casa sin escuchar sus gritos ni sus quejas. Mi mamá había sido mi héroe los primeros años de mi vida, ¿Y ahora? Ahora solamente era mi más grande problema. El ojo del huracán, el centro del tornado.

  Me subí a la moto y sonreí al recuperar la sensación de control. La adrenalina de sentir el aire frío contra la cara. Encendí el motor, me puse el casco y comencé a conducir, sabía a donde iba, porqué.

Paré frente a su casa, hacía mucho tiempo que no la veía. No dudaba en el amor enfermizo que alguna vez nos tuvimos, la dependencia y todo lo que habíamos construido en base a lo que pensábamos que era amor. Toqué la puerta mientras me cubría una ola de viento frío. 

Abrió unos minutos después, despeinada y con el maquillaje un poco corrido. Sonrió al verme;―¡Dylan! No me avisaron nada que estabas por acá, si no te hubiese preparado algo―exclamo acunando mi rostro con sus manos, pero retrocedió al ver que no me movía.―¿Qué paso?

―Creo que tengo que ser consciente de lo que siento de una buena vez―suspiré con temor;―ya sabes, hacerme cargo de lo que me pasa, para poder seguir adelante.

―¿Qué es lo que tenes para decirme?―pregunto abrazándose a sí misma. No me había dado cuenta de que solamente llevaba una camisa larga hasta la mitad de los muslos.

―Que te quiero, pero a veces eso no es suficiente―suspiré.―Necesito borrarle los dos puntos a lo suspensivo, dejar el punto final.―Ladeé la cabeza.

―Te esperé cada maldito segundo―sollozó con una sonrisita amarga.

―No te lo pedí―respondí sin ser tajante, pero siendo honesto.

―Yo siempre supe―suspiró;―que era ella.

―Sos la morocha más linda que vi, me tenes enfermo, pero ella...―Negué con la cabeza;―es más que hermosa... Su belleza no me importa, podría no tener pelo o que le falten dientes;―me reí;―su sonrisa le dio la luz a mi vida que yo apagué, y quiero hacerme cargo porque la amo. Y también quiero que te amen, porque lo merecés... Pero yo no quiero hacerlo, porque no hay nadie en mi corazón, no hay nadie más que Rebecca...

―Buscala, sólo buscala y no vuelvas―pidió Paloma, y cerró la puerta.


✧Ángel ↦Dillom✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora