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Rosé ató su cabello en una cola alta y acomodó su delantal para empezar su turno

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Rosé ató su cabello en una cola alta y acomodó su delantal para empezar su turno.

El ser mesera en aquel restaurante resultaba bastante agotador. Siempre habían cosas que hacer, era un restaurante bastante concurrido. De lo único que se alegraba era de que no se parecía ni de lejos al ambiente de los restaurantes en los que ella había trabajado en Busan, lo cual la tranquilizaba bastante. Pero, al mismo tiempo agradecía el estar tan ocupada, no le permitía que sus pensamientos divagaran hacia lo que dejó atrás.

Evitaba el sufrimiento.

Todos los días se preguntaba qué sería de Jungkook y Doyeon. ¿Jennie habría logrado su cometido y ahora los tres eran una familia feliz?

Rosé suspiró.

Recordaba el querer estar en su lugar. Con Jungkook, Doyeon y su pequeñito. ¿Por qué las cosas habían resultado de esa manera? ¿Por qué no pudo conservarlos un poco más?

Hace un año...

Eran aproximadamente las doce de la noche y Rosé no había parado de llorar. Todo se había arruinado en tan solo unos instantes y ella de verdad no tenía explicación para lo que había pasado.

Impulso.

Todo había sido un impulso. Jennie había hecho que su cólera estallara, complementando con lo que había visto minutos antes de que su pelea en la cocina iniciara.

Jennie estaba hablando por teléfono en el patio y ella no pudo evitar escuchar la conversación.

—No creo que sea necesario que me recojas, unnie. Intentaré que Jungkook me lleve a casa, así podremos hablar en privado. —hizo una pausa, escuchando la respuesta de Jisoo en la otra línea— Ella no importa mucho, más bien parece una garrapata pegada a él todo el tiempo, Jungkook odia ese tipo de comportamientos recuerda lo que pasó con Yeri, era una maldita acosadora y Jungkook terminó dejándola a los dos días. Esta tipa es casi igual, Jungkook se aburrirá de ella, es una piedra en el camino fácil de quitar. Bueno, te hablo más rato, unnie, debo ir a acostar a mi hija.

Y el que le hubiese dicho segundos antes de que estrellara aquel pocillo en su nariz, sólo le recordaba el montón de inseguridades que sentía desde que ella había llegado.

Ella era una piedra en el camino fácil de quitar.

Rosé nunca había sido una persona particularmente violenta, pero en ese instante la cólera le ganó. Y aquellas desiciones son las más difíciles de explicar.

Sintió una punzada en su vientre. Una punzada muy fuerte que la hizo gemir de dolor.

Su bebito.

Aquél bebé que aún crecía en su vientre también sufría gracias a sus decisiones, y quizá era el que más salía afectado sin siquiera ser el culpable de nada.

Looking For Dad - Rosekook [#2] ᶜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora