Secuestro

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Se encontró con la mujer de antes, Ahora solo en ropa interior. Daniela se giró, sobresaltada. Poche no pudo evitar quedarse mirándola. Unas curvas perfectamente hechas para que ella pasara la lengua. Pechos firmes enfundados en un sujetador gris, del mismo color que el tanga, que dejaba a la vista unas buenas nalgas. Daniela se tapó con su bata de masajista.

Calle: ¿Se pensaba quedar mirándome todo el día como una babosa? (Le espetó calle, cabreada y sonrojadísima).

Poche se rió. Además con buen carácter. Eso la excitaba. Daniela era buenísima. Al menos con su trabajo, había conseguido que se excitara con tan solo un masaje de espalda. Nunca le había pasado algo así. Poche salió del centro de masajes después de colocar alguna que otra cámara en lugares claves. Fue hacia el café en el que había quedado con lucia. Entró y se pidió una cerveza, bien fría. Dejó su chaqueta al lado de la butaca del bar mientras esperaba a la camarera o a que llegara lucia, así como ella y muchos otros la llamaban en el trabajo.

Lucia: Hola, cielo. (Alzó la vista del periódico. Aquella morena despampanante era el centro de miradas ahora. Se sentó frente a ella). ¿Hace mucho que me esperas?

Poche: No, diez minutos. (Poche no expresó nada facialmente. Una fría sonrisa).

Lucia: Ok... aquí tienes lo que me dio Raúl para ti. (le pasó un maletín) está todo dentro.

Poche cogió el maletín dando un trago de su caña y lo dejó al lado de su chaqueta.

Lucia: ¿Haces algo esta noche? (Ella volvió a dirigir la mirada hacia los penetrantes ojos de lucia. Aquellos ojos negrísimos llenos de lujuria era una morena natural). Creo que me debe más de un favor. ¿Por qué no te pasas por mi casa?

Poche: Bueno... (Dijo Poche indiferente) Quizás.

Lucia: ¿Quizás? (Sonrió ella, inclinándose más hacia a poche y dejando ver mucho más que solo la entrada de sus pechos. Poche se aclaró la garganta). Pasa alrededor de las once. Estaré lista... (se inclinó más para darle un beso en la mejilla. Y le susurró algo en el oído) para ti...

Se levantó y se fue andando con ese juego de caderas que solo una ex stripper sabría hacer. Poche dejó el maletín al recibidor de su casa. Abrió su portátil y conectó el programa para las cámaras. Localizó a Daniela en una de ellas. Estaba en su despacho, tomando un café. Poche miró a ver qué hora era. Las once de la mañana. Se quitó la chaqueta sin apartar la vista del portátil. Daniela estaba sentada, pero la cámara que había colocado la enfocaba de perfil. Puso el zoom. Los ojos gachos, hacia unos papeles. Una nariz respingona pero ni grande ni pequeña era perfecta. No había maquillaje en exceso. Los labios rozaban el borde de la taza de café. Poche observó los gestos de su boca. En ese momento, como si quisiera seducir a Poche, Calle se relame el labio superior. Poche se acomoda a la butaca delante de la mesita.

Va bajando la cámara, que maneja des del control del portátil. Preciosos pechos. Poche se fija en su protuberante escote una vez más, deja mucho a la imaginación pero le gusta. La falda que lleva es la de antes, igual que la blusa. Ajustada, negra. Como le hubiera gustado arrancársela allí mismo, cuando le estaba masajeando la espalda. Con la blusa y todo. Poche se quitó de sus pensamientos, esa mujer había hecho que se excitara otra vez en tan solo un día. Y sin hacer nada. Era impresionante, pero perfectamente excitante, al menos para Poche. Tan inocente y preciosa como... Laura.

Poche: No, mierda... otra vez no. (Dejó el portátil abierto y se dirigió hacia el baño).

Se quitó los pantalones y el bóxer, junto con las zapatillas y se metió en la ducha fría a intentar bajar aquella erección de caballo y a quitar de nuevo a la maldita Laura de su mente. Ella es agua pasada. Ella ya no está. Ella fue un error. Se decía a sí misma. Y no sabía la razón que tenían sus palabras. Quince minutos. Quince minutos y ya estaba. Ella se enroscó una toalla alrededor de la cintura y salió al salón a buscar ropa limpia. Cuando pisó el suelo del salón escuchó un ruido en la cocina. Se ató la toalla como pudo y cogió su calibre 32 de debajo de uno de los cuadros, donde guardaba alguna que otra arma de las que no abultaban tanto, claro.

Poche: Las manos donde las vea. (Dijo ella encendiendo la luz de la cocina de su casa) Lucia... ¿Qué haces? (Poche dijo arqueando una ceja).

Ella la miró de arriba abajo.

Lucia: Mmh... No podía esperar hasta las once. (Cogió una cerveza de la nevera de Poche) con tu permiso...

Poche: Claro... (Gruñó Poche, dejando la pistola en la encimera de su casa) ¿Cómo has entrado?

Lucia: Te recuerdo que trabajo contigo y soy experta en meterme en casas ajenas. (Se sacó un pinché de la nuca) Ha sido fácil.

Poche: Maldición... tendré que poner más mesuras de seguridad. (En ese momento se le cayó la toalla, para ser mujer estaba bien dotada).

Lucia: Oh dios mío. (Lucia dejó la cerveza en la encimera) Pochis, cada vez me sorprendes más.

Ella no se inmutó. Tampoco se avergonzó. Sabía lo que tenía, y sabía que ella era una mujer diferente. Y hacía meses que lucía le iba detrás. Era una mujer que desearía cualquiera, y con lo caliente que la había puesto Daniela, nadie terminaba perdiendo nada. Sonrió. Cogió la toalla lentamente y se la volvió a colocar.

Poche: ¿Y que querías?

Lucia: Mi recompensa. (Dijo acercándose) y para dármela no necesitas esto... (volvió a dejar caer la toalla y empezó a tocar a Poche).

Ella no apartó la mirada de sus ojos negros. Estaba dura y necesitaba follar.

Paula: Calle... (Paula la llamó por enésima vez por el telefonillo de la oficina.) Sebastián vuelve a estar aquí... trae bombones.

Calle: Ahora no lo puedo atender, estoy con otra clienta.

Paula: Ha entrado... ya está por el pasillo.

Calle: ¡Mierda! (fue hacia la sala de masajes) un minuto, Julieta, vuelvo enseguida. (La señora asintió desde la camilla, tumbada boca abajo. Daniela salió, muy enfadada). Alex, no vuelvas más, te lo digo enserio. Si quieres algo, ve a mi casa, ya sabes, pero esto es el trabajo, no quiero nada íntimo por aquí. (Se tapó la boca. Se había alterado demasiado).

Sebas: De acuerdo. (Seba tiró la caja de bombones, a lo bestia) Entonces, tendré que convencerte... no por las buenas. (Le tapó la boca y la nariz con un trapo, y calle enseguida cayó rendida, anestesiada, en brazos de Sebastián). Lo harás por las malas.

La cargó en su hombro y se la llevó hacia a fuera. Apuntó a paula con una pistola.

Sebas: Como diga algo, despídase de su vida, rubia. (Ella asintió, temerosa, dejando a Sebas marchar, llevándose a calle hacia quien sabe dónde...)

Protegeme || CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora