Carta de muerte

6.5K 350 40
                                    


Si estás leyendo esto... es porque... algo salió mal, cariño... Siento no estar aquí a tu lado ahora mismo, pero... no quiero que llores ¿eh? Que sepas que te estoy viendo desde arriba y por la noche tendré que hacerte alguna travesura, castigándote por llorar por una estúpida como yo.

¿Sabes? Las horas me parecen años aquí, me cuesta tanto seguir adelante sin ti. La comida está asquerosa, nada se compara a los platos que tu... mi amor, sabes hacer. Además estoy rodeado de estúpidos pajeros... y pensar que yo podría tenerte entre mis brazos ahora mismo... si les enseñase una foto tuya, se les caería la polla o el coño al suelo. Pero paso... no quiero que tengan sueños eróticos con mi calle.

¿Sabes otra cosa? Quiero que seas feliz, que rehagas tu vida... y que te acuerdes de esta testaruda mujer de vez en cuando. Quiero que tengas hijos... entre ellos una niña, que salga a su madre, que tenga esa mirada limpia, y ese gran corazón que tú tienes. Quiero que disfrutes, en otro hombre o mujer, de lo que a mí no me ha dado tiempo de darte.

Y quiero que sepas, que yo... estando ahí arriba... o en todo caso, ahí abajo, donde pertenezco más, estaré pensando en ti, en cada hora, cada minuto, cada segundo.

Te amé... te amo... y te amaré. Siempre. María José Garzón (Poche).

Era la séptima vez que leía la carta. El pañuelo estaba empapado, y ella, sentada en el peldaño de la casa de poche, no sabía qué hacer. Se sentía acabada, se sentía sin vida. Un brazo, algo tembloroso la rodeó por detrás.

Poche: Te dije que no lloraras por una imbécil como yo. Te tendré que castigar.

Calle abrió la boca, de par en par se giró, y se lanzó encima de Poche.

Cale: Eres tonta... dios mío... no sabes lo mal que lo he pasado... (Calle empezó a llorar, de nuevo, como nunca lo había hecho).

Poche estaba herida, pero lo más importante es que estaba viva. Poche la besó, tiernamente. Los besos que le habían echado tanto en falta.

Poche: Te dije que... te dije que volvería. Y esta vez, para quedarme, para estar contigo. Para siempre.

Después de un par de meses, una rehabilitación y algunos centenares de explicaciones a sus amigas y familiares, Daniela había vuelto a su vida normal. Pero con algo más... con Poche. Después de que Mario y Daniela se hicieran a la idea de que ella había muerto, por milagro, había vuelto. Y ahora ya, recuperada... convivían, el día a día juntas, aunque no llevaran mucho tiempo, en la casa de poche situada al centro de Los Ángeles. Para Calle era una ventaja, pues caía cerca de su clínica de masajes.

Calle: Me voy... (Le dio un ligero beso en los labios a Poche. Ella le dedicó una sonrisa) ten cuidado.

Poche: Eso te lo tendría que decir yo a ti. (Una mirada fue suficiente para que el cuerpo de calle reaccionara) deberían hacerte un monumento gordis.

Calle dejó escapar una risita floja y cerró la puerta, prometiendo a poche que por la noche seguirían discutiendo eso. Como ellos dos lo solían hacer... entre las sabanas.

Calle: Buenos días Paula. (Saludo a su secretaria).

Paula: Buenos días Calle. (Paula le devolvió una tierna sonrisa, mientras seguía arreglando unos papeles.) Tienes hora, hay una nueva clienta.

Calle: ¿Sí? (Paula asintió) ¿Cómo se llama?

Paula: Melany Richards

Calle: ¿A qué hora? (Dijo Calle entrando a los vestuarios y cambiándose la ropa de calle por la bata de la clínica).

Paula: A... esta. (Paula se giró hacia atrás) ahí está la chica.

Calle se giró. No creía lo que sus ojos estaban viendo. La nueva clienta era jodidamente parecida a Laura. Daniela se frotó los ojos. Céntrate, Calle, céntrate... es imposible. Sonrió. Poche dijo que Laura está... muerta

FIN

Protegeme || CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora