Daniela entró a casa. Sin hacer ruido, cogió la maleta que horas antes había dejado. Sin coger nada más, allí llevaba un buen equipaje. La volvió a arrastrar hasta la salida. Deseó que Poche no estuviera, o que simplemente no se enterara de que estaba allí. Pero las luces se encendieron. Y ella apareció por el corredor, en frente de ella.
Poche: Hola... (Dijo ella, esbozando una triste sonrisa).
Daniela no sonrió. No. Nunca. Le dolió mirarla y las imágenes pasaron otra vez por su cabeza, como una jodida diapositiva. Ella solo abrió la puerta de entrada y se dispuso a salir.
Poche: ¿Dónde vas? (Poche bajó el peldaño que había en la entrada, justo con una pequeña alfombrilla. Cogió a calle. Por el brazo).
Calle: Ni te atrevas a tocarme. (Masculló ella, girándose y mirándola, de nuevo con los ojos en lágrimas. Entonces Poche supo que lo sabía. Ella la soltó, a duras penas. Su mundo también cayó, imaginándose lo peor. La estaba perdiendo). Después de lo que has hecho, ni te atrevas, Poche. (Habló decidida, a pesar de que las lágrimas correteaban por sus mejillas, ardientes. Y Poche, aun así, la encontró adorable. Era la mujer más preciosa del mundo).
Poche: Daniela... yo...
Calle: Tu, ¡nada! (Gritó negando). Tú eres una gran zorra. No sabes lo que duele... no lo sabes...
Poche: Puedo explicarlo...
Calle: ¡No hay nada que explicar! (Gimoteó, dejando que más lágrimas mojaran su cara). El video lo dice todo.
Poche: ¿Qué video? (Musitó Poche).
Calle: Laura las ha grabado.
Poche: Hija de puta...
Calle: Si, hija de puta al igual que tú, pero si no fuera por ella apuesto a que no me enteraría, al menos no por ti.
Poche intentó abrazarla.
Calle: No te acerques. Ni me hables, ni me sonrías. Ni me llames. Me voy. No me busques, olvídate de mí.
Poche: No puedes pedirme eso. (Los ojos de Poche se humedecieron, empezando a difuminar su vista, una fina capa de lágrimas también).
Calle: Habértelo pensado antes.
Poche: ¡Lo siento! (Le pidió). Calle, no me dejes, ¡joder! Eres mi vida entera... te amo...
Calle: ¡No! (Daniela se cabreó). No me digas eso, no es cierto. Duele pensar que me engañaste, que todos esos te amo, te quiero, todos esos momentos fueron una farsa.
Poche: No fueron ninguna farsa... mi vida... fueron ciertos... yo... he cometido un error... pero...
Calle: Un error imperdonable. (Dijo Calle cruzándose de brazos). No quiero oír más, no quiero verte más, me voy.
Se giró, pero Poche la cogió, abrazándola, contra su cuerpo. Calle intentó oponerse, forzando, pataleando, insultándola. Con mala gana, no de broma. La broma se había acabado. Y dolía. Poche pensó que a pesar de todas las guerras y batallas en las que ella había estado, nada nunca le había dolido más. Calle se rindió, llorando en su pecho.
Poche: Te amo, mi niña... perdóname... (Dijo abrazándola).
Calle: Déjame, Poche... (Dijo cansada. Cansada de luchar con ella. No podía, dolía demasiado. Un nudo la ahogaba, algo la quemaba por dentro). No puedo más... (Se mareaba, dios, no podía seguir con esto). Suéltame... (Le pidió. Poche no hizo caso). Por favor...
Ella abrió los brazos. Daniela resbaló por la puerta y se abrazó sola, escondiendo su cara. Empezó a llorar, fuerte, con... dolor. Poche pensó que moría. Que ella se iba morir por ver a Daniela de ese modo. No podía, no quería verla así, pero era por su culpa. Todo era por su culpa.
Poche: Calle, amor... (Le frotó una pierna. Las lágrimas de poche también empezaron a rodar por los parpados) ¿No... podemos...?
Calle: No. (Sollozó Daniela). No... arreglaré nada... contigo... (La miró por encima del brazo).
Tiró los mocos hacia arriba. Y cuando se vio en condiciones de volverse a levantar, lo hizo. Parecía un zombie, no sabía muy bien lo que hacía, se dejaba llevar por sus sentimientos. Y ni dios quiera saber cuáles son sus sentimientos en este momento. Entonces lo dijo. Lo que más podía llegar a dolerle a Poche.
Calle: Me das... asco. Te odio.
Agachó la mirada, y dejó caer el anillo de compromiso, al lado de Poche. Poche abrió los ojos. Se giró, cogiendo de nuevo su maleta, y se fue, cerrando la puerta detrás de ella. Poche la dejó marchar. No había nada a hacer. La había perdido.