Cuando el cielo empieza a teñirse de tonos naranjas y amarillentos, todavía no he conseguido conciliar el sueño. Debo reconocer que los amaneceres me parecen preciosos, pero vienen con un regusto amargo cuando no planeabas estar despierto para contemplarlo.
Miro en dirección al reloj de la mesilla: son las siete menos veinte de la mañana. En cinco minutos me va a sonar el despertador.
Me duelen los ojos. Me da la sensación de que se me van a hundir en el cráneo en cualquier momento, y el hecho de que cada vez haya más luz no me está ayudando en absoluto. Me giro para coger el móvil y me doy cuenta de que no son solo los ojos: me duele todo el cuerpo.
Libero un gruñido y flexiono mis extremidades, para ver si con algo de movimiento este malestar se calma. Parece que funciona, o al menos de forma parcial. Mientras intento coger toda mi fuerza de voluntad para levantarme de la cama, escucho unos pasos sutiles pero rápidos, y de repente George salta hacia mí. Al parecer ha calculado mal el salto, porque aterriza más allá de donde está mi cuerpo y rueda por la cama, sorprendido por su propia mala planificación. Suelto una carcajada y lo acerco a mí. Él ronronea y se acurruca contra mi cuerpo. Bueno, puedo quedarme cinco minutos más en la cama.
Acaricio a George y cierro los ojos, aunque intento mantenerme lo más sereno posible. Sería patético que, tras horas sin dormir, me quede dormido justo cuando tengo que irme. Cojo el móvil que he dejado encima de la cama y lo desbloqueo para ver si hay alguna novedad. Veo que acabo de recibir un mensaje de Nathalie. Respiro hondo antes de leerlo.
Nath: Siento mucho lo de ayer, Nate.
Nath: Siento haberte besado, y luego haberte echado. He sido una estúpida.
Nath: Estaba triste y confundida, no sé qué me pasó.
Nath: Espero que puedas perdonarme.
Suelto todo el aire que estaba reteniendo con un deje de irritación. Ayer me besa, me echa de su casa, no duermo en toda la noche y no se le ocurre mandarme un mensaje hasta ahora. Sé que en el fondo no tiene la culpa, que todo el mundo la caga a veces, pero entre el estrés y lo poco que he dormido, no quiero contestarle. Nunca me he peleado con Nathalie, pero ahora mismo no podría contestarle sin sonar desagradable.
Para no variar, tengo un día de mierda. Los papeles no paran de acumularse en mi escritorio, tenemos un problema con los proveedores, y el inversor que lleva semanas tocándome las pelotas ha vuelto a llamar porque hay otra cosa que no le parece bien. He tenido que recordarme que es un inversor importante al menos unas veinte veces durante la conversación para no mandarlo a la mierda.
La única diferencia con el resto de días es que hoy consigo salir antes. No he comido, y he intentado sacarme el máximo trabajo de encima para poder salir a las tres. Hoy es viernes y, aunque ya estoy viendo que mañana tendré que pasarme por la oficina para arreglar los varios desastres que se han formado en el último mes, siento que necesito hacer algo. Afortunadamente, Janelle parece leerme la mente a distancia, y me manda un mensaje invitándome a salir por ahí con sus amigas. Contesto afirmativamente. Me planteo echar una cabezada, pero ahora mismo tengo más hambre que sueño.
Estoy aburrido, y mi cabeza se está llenando de pensamientos negativos, así que decido hacer una videollamada con Louis mientras me preparo algo para comer. Son las once de la noche en Inglaterra, pero probablemente esté despierto. Él contesta a los pocos segundos, y puedo ver que está haciendo exactamente lo mismo que yo: cocinar.
—¿Qué haces cocinando a estas horas? —le pregunto.
—Deena y yo llevamos un día horrible con Will llorando a todas horas, y hemos decidido que queremos comer pastel, así que eso estoy haciendo —me explica—. Y tú, ¿qué tal?
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Desarmando a Nate [Saga Smeed 4]
RomanceNate es atrevido, descarado e irremediablemente alocado. Tiene a hombres y mujeres comiendo de la palma de su mano, sabe cómo manipular a las personas. Pero con lo que no contaba es que encontraría a alguien aún peor que él.