Aterrizo en Londres dos semanas más tarde, harto de trabajar pero con muchas ganas de ver a Jude, que ya lleva una semana fuera del hospital. Tuve que irme poco antes de que le dieran el alta por temas de trabajo, pero ahora he podido tomarme el fin de semana libre y venir aquí. No podré quedarme más de tres días, pero por ahora me conformo.
Apenas me da tiempo a hacer demasiado por Londres, solo comer algo rápido antes de pasar a buscar a Jude por su casa para ir a coger el tren a Hastings. Soy un defensor acérrimo del transporte público, pero esta vez le he propuesto a Jude alquilar un coche para ir a Hastings, ya que en teoría no debe hacer demasiados esfuerzos, pero se ha negado, así que vamos a ir en tren.
Después de ponernos al día y de que someta a Jude a un tercer grado para asegurarme de que está haciendo todo lo que el doctor le dijo, que viene a ser tomarse las pastillas y no hacer el loco —cosa que no me parece tan difícil de cumplir—, me dedico a contestar mails y redactar un informe que necesito para el martes. Jude lee un rato, pero su atención pronto es absorbida por el paisaje más allá de la ventana. Pasamos por algún que otro pueblo con encanto, por bosques agradables, pero principalmente por zonas industriales sin ningún tipo de atractivo, aunque a Jude parecen llamarle la atención. De vez en cuando me va comentando cosas sobre lo que ve, algún pueblo en el que ha estado, alguna anécdota de lugares parecidos a los que va viendo, y yo lo escucho con una sonrisa.
Nuestra relación ha cambiado mucho desde que ingresaron a Jude. Ahora estoy conociendo una faceta suya mucho más abierta, más accesible, y la verdad es que es muy agradable. Ya no tengo que estar intentando adivinar constantemente qué quiere de mí, porque la mayoría de las veces me lo comunica él mismo. Sigue teniendo sus cosas, claro está, pero son esas cosas que hacen que Jude sea Jude, y que lo convierten en alguien único.
Lo que todavía no hemos hablado es qué haremos cuando esté recuperado, y no lo hemos hablado porque todavía tengo que solucionar algunas cosas. Jude no parece preocupado por ello, pero me ha dicho que le gustaría ir a Los Ángeles unos días cuando pueda viajar. A mí me ha parecido una idea genial, claro está, así que en un mes lo tendré allí conmigo.
—Nate —me llama mientras contesto, precisamente, un mail de su padre relacionado con el trabajo. No he hablado con Roger del asunto del riñón, y no planeo hacerlo, así que nuestra relación se mantiene puramente profesional.
—Dime —murmuro, distraído, antes de levantar la vista y fijarla en él, que me mira con seriedad, pero no de una forma negativa.
—Creo que voy a empezar a ir a terapia —me dice, y levanto las cejas porque no esperaba escuchar estas palabras de Jude jamás—. Charles dice que hay una psicóloga genial cerca de donde vivo, podría probarlo.
—Pues yo creo que es muy buena idea —contesto—. A mí tampoco me iría mal, ahora que lo pienso.
—Eso te iba a decir —asiente—. Has estado muy estresado, y has cargado con el peso de solucionar todos los problemas de tu familia.
—A parte de ir a terapia, deberíamos irnos de viaje —sugiero—. Muy lejos, a uno de esos sitios donde apenas hay gente.
—Deberíamos hacerlo. —Me da una media sonrisa, gesto que le devuelvo, y saca de nuevo el libro para ponerse a leer.
Desde ese momento, apenas tardamos media hora más en llegar a Hastings. Es Deena la que nos pasa a recoger en coche esta vez.
—¿Tienes el carné de conducir? —le pregunto al subirme en el asiento trasero, porque le he dejado el del copiloto a Jude—. Ahora ya no me sentiré seguro en la carretera nunca más.
—Acabas de llegar y ya me estás tocando los ovarios, Nathaniel Smeed, solo voy a avisarte una vez de que me dejes en paz —me dice, señalándome con el dedo índice como si fuera una amenaza terrible—. Hoy Will ha dormido exactamente tres horas, y estoy que no puedo más. Louis tampoco ha dormido, pero está lleno de energía. Yo no entiendo nada. —Niega con la cabeza y se gira hacia el rubio—. Por cierto, Jude, ¿qué tal? ¿No tienes que hacer reposo?
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Desarmando a Nate [Saga Smeed 4]
Lãng mạnNate es atrevido, descarado e irremediablemente alocado. Tiene a hombres y mujeres comiendo de la palma de su mano, sabe cómo manipular a las personas. Pero con lo que no contaba es que encontraría a alguien aún peor que él.