Epílogo

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Llego a la puerta de la casa con la sensación de que se me han subido los pulmones a la boca. Respiro con dificultad, pero con la satisfacción haciendo que una sonrisa baile en mis labios, porque he llegado primero.

—¡Has hecho trampa! —grita Jude con el que posiblemente sea su último aliento, llegando a donde estoy yo—. Te has aprovechado de que me operaron y estoy débil, además de que llevas a Cherry Bomb para que tire de ti.

Sí, al final el nombre de Bonnie no prosperó, y tuve que rendirme cuando la perra solo respondía a Cherry Bomb.

—Hace ocho años que te operaron —puntualizo—, y Cherry Bomb ha decidido tirarse al suelo y dejar de cooperar a medio camino, así que ha sido una dificultad añadida.

—Sí, sí, claro —murmura, rodando los ojos—. Llama al timbre, anda, que me tienes contento.

—Llama tú.

—Nathaniel, no me veo capaz ni de levantar el brazo.

Me echo a reír y llamo al timbre. Ni siquiera contestan al interfono antes de que escuchemos el ruido de la puerta abriéndose. Empujo y entro en el jardín, con Cherry Bomb al lado y Jude detrás. Cerramos la puerta, y entonces algo salta de entre unos arbustos.

—¡Bu! —grita una voz infantil, y tanto Jude como yo gritamos.

Cherry Bomb ladra, Jude se apoya en la valla y respira entrecortadamente mientras que yo me agacho mirando al suelo porque creo que voy a vomitar. Eso de hacer una carrera subiendo la colina hasta llegar a casa de mi hermano ha sido una idea de mierda.

Escucho una risa y me giro para encontrarme al diablo de cuatro años responsable de nuestra casi muerte.

—Emmie —la saludo—. Casi matas a tus tíos.

—Liam tabién ha dicho eso —contesta, satisfecha.

—¿A cuánta gente has asustado? —le pregunta Jude, frunciendo el ceño.

—A todos.

Jude y yo nos miramos y hacemos un asentimiento leve de cabeza antes de correr hacia Emmie. Yo la sujeto por los brazos y Jude por las piernas y la balanceamos mientras ella se muere de risa.

—¡Capturada! —grita Jude—. ¿Tiene algo que decir en su defensa, delincuente?

—¡¿Qué es fefensa?! —pregunta ella, también gritando.

Echo la cabeza hacia atrás para soltar una carcajada, justo a tiempo para ver a una niña casi idéntica a la que estoy sujetando saliendo de la casa.

—¡Yo quiero! —grita Halima, la hermana gemela del diablo al que estoy balanceando con Jude.

Así que ya nos tenéis a Jude y a mí balanceando a las dos niñas por turnos. Cuando ya no podemos más —recordemos que acabamos de subir una colina corriendo—, las bajamos entre protestas suyas y entramos en la casa.

—Tus hijas van a acabar conmigo —le digo a Louis en cuanto lo veo.

—Mis hijas van a acabar con toda la humanidad, si se lo proponen —contesta, y sonrío antes de abrazarlo.

Mientras las susodichas atormentan a mi perra, salgo al jardín trasero para encontrarme a casi toda la panda, a la que le doy un saludo general. Deena está sentada con Alice en el sofá exterior, Liam y Alex juegan a cartas, y Will corre hacia mí en cuanto me ve.

—¿Habéis traído a George? —me pregunta.

—Hola a ti también, Will —le digo, y él ríe—. No, George se ha quedado en casa. No le gustan los trenes.

Desarmando a Nate [Saga Smeed 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora