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Me paso toda la noche en vela, leyendo las decenas de artículos que hablan sobre nosotros. Por lo que puedo ver, la primera noticia en salir fue la de Alex, un par de horas antes de que ella me llamara, y poco después salió lo de Josh y lo de Frank. He intentado llamar a Alex varias veces, pero no contesta.

Estoy empezando a desquiciarme, porque todas estas cosas solo las sabía gente cercana a la familia. Ni siquiera mis amigos lo sabían y, hasta donde yo sé, solo hay tres personas que no sean de la familia que tenían conocimiento de lo de Alex: Matt, Jude y Janelle.

Ni siquiera conozco tan bien a Matt, pero no se me ocurre ningún motivo por el que pudiera querer hacernos daño, y menos teniendo en cuenta que su nueva vida en Sacramento la consiguió gracias a Alex, que le dio una gran parte del dinero de la herencia.

Las dos opciones que me quedan me duelen tanto que apenas soy capaz de contemplarlas. Janelle es una de mis mejores amigas, la adoro y no la veo capaz de hacer eso, pero si aparto los sentimientos, me doy cuenta de que soy la única persona de mi familia con la que no tiene mala relación —exceptuando a Noah, Will y mi madre— y odiaba a mi padre con todas sus fuerzas, porque destrozó psicológicamente a su madre.

Y Jude... Jude es amigo de Alex. ¿Terminamos mal? Sí, pero no parece el tipo de persona que hace cosas de esta magnitud por despecho, y menos teniendo en cuenta que fue él el que decidió irse. Pero luego vienen las palabras de Thomas a mi cabeza, y me hacen dudar de todo.

"A veces Jude se comporta de formas algo extremas. Es una persona que puede pasar del cero al cien y del cien al cero en cuestión de días."

Y que este escándalo haya ocurrido justo tres días después de que Jude y yo discutiéramos podría situarlo como el principal sospechoso... Pero no. Jude nunca haría eso. No es ese tipo de persona, joder.

Cuando quiero darme cuenta, me queda una hora para entrar a trabajar. Me doy una ducha para despejarme un poco, me visto con lo primero que encuentro, me despido de George, y salgo de casa sin desayunar y sin haber dormido ni una sola hora.

Me bajo del bus veinte minutos más tarde, sin tener ni idea del infierno que me espera en las puertas de la empresa. Cuando llego, todo está plagado de periodistas. Son las malditas siete de la mañana y esto está a rebentar de gente intentando sonsacarme ni que sea una palabra. Por desgracia para ellos, conozco muy bien sus dinámicas y sé que lo mejor que puedo hacer es quedarme callado, así que avanzo hacia la puerta abriéndome paso con cuidado, porque no vaya a ser que aparte a alguien con demasiada fuerza y me tachen de violento.

—¡Señor Smeed! —gritan varias voces mientras entro, negándome a agachar la cabeza aunque los flashes me estén deslumbrando, algo que no hace mucha gracia cuando llevas más de un día entero sin dormir.

—¡Nate! —me llaman otros, como si fuera amigo suyo, y tengo que reprimir el impulso de echarme a reír.

Consigo entrar en el edificio y tres guardias de seguridad se apelotonan contra la puerta de cristal para evitar que entre nadie. Les doy las gracias, a lo que uno de ellos me responde con un asentimiento de cabeza —los otros dos están ocupados intentando que el gentío no reviente la puerta hasta reducirla a un montón de trozos de cristal—.

El chico que hace el turno de mañanas en la recepción del edificio me mira con horror, probablemente asustado por la situación, y me encojo de hombros. «Lo siento, chico, pero es lo que hay», pienso.

Subo en el ascensor, aliviado de tener unos segundos para estar solo. Cuando llego a uno de los pisos de la empresa, en el que está mi despacho, y cruzo la puerta, casi sonrío al ver que, como cada mañana, estoy prácticamente solo. Solo está Martin, uno de los comerciales, y me mira con precaución.

Desarmando a Nate [Saga Smeed 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora