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Lo primero que hago al despertar, de una forma casi involuntaria y con los ojos todavía cerrados, es alargar el brazo para buscar el móvil a tientas en la mesilla que queda al lado de la cama. Cuando mi mano consigue encontrarlo, lo cojo y abro los ojos con pesadez para ver qué hora es. Las tres de la tarde, lo que indica que he dormido casi cuatro horas.

Lo segundo que veo es un hilo de mensajes de Alex, así que los abro, y no puedo evitar soltar una carcajada perezosa cuando empiezo a leerlos.

Alex Sullivan (13:36): Informativos Alexandra, parte 1: la operación ha concluido con resultados satisfactorios.

Alex Sullivan (13:49): Volvemos con los informativos Alexandra: el joven Fitzroy ha entrado en la sala de reanimación para ver si elimina el montón de drogas que le han metido.

Alex Sullivan (13:50): Veremos cuánto tarda en pedir más sedante. Yo digo que trece minutos desde que se despierte, más o menos.

Alex Sullivan (14:35): Informativos Alexandra, parte 3: sigo esperando, Jude sigue frito.

Alex Sullivan (14:38): Siento todos los mensajes, pero es que me aburro. Ya me he pasado 148 niveles del Candy Crush, y mira que no había jugado nunca. Espero que estés durmiendo bien. Llámame cuando te despiertes, pero si es antes de las cuatro te mandaré a seguir durmiendo.

Sin haber terminado de absorber lo que dice en su último mensaje, presiono al botón de llamar y llevo el móvil a mi oreja. Ella contesta rápido, señal de que sigue aburriéndose y no hay novedades.

Son las tres y dieciséis —me dice—. Te he prohibido despertarte antes de las cuatro.

—Y, ¿qué hago si ya estoy despierto? —me quejo.

Pues volverte a dormir —responde.

—Ya no tengo más sueño —miento, porque sí lo tengo pero no me veo capaz de dormir más.

Pero qué tozudo... —murmura, más para sí misma que para mí, y sonrío—. Vale, pues te paso a buscar y vamos a comer algo porque me muero de hambre, y seguramente tú también. Jude sigue en la sala de reanimación, Axel nos avisará si lo trasladan a la habitación.

—Genial —contesto, incorporándome hasta quedar sentado en la cama, y miro a mi alrededor—. Mierda, mi maleta sigue en el guardaequipajes de la estación.

Cuando llegué de Hastings dejé la maleta en un local de la estación donde puedes dejar el equipaje, llevándome solo el ordenador y algunas libretas en la mochila, pero tengo toda la ropa ahí. Con todo lo que ha pasado, ni siquiera me acordaba, y con la broma llevo más de un día sin cambiarme y sin ducharme, algo que no me iría nada mal ahora mismo.

Para dirigir una empresa, eres un poco desastre, eh —comenta—. Lo pasamos a buscar ahora, si quieres.

—Vale. Hasta ahora.

Finalizo la llamada y me desperezo, estirando mis extremidades, que siguen algo atrofiadas. Voy al cuarto de baño, me arreglo como puedo y, quince minutos más tarde, Alex ya está aquí, llamando a la puerta con insistencia.

—Para ser tatuadora, tienes muy poca paciencia —le digo nada más abrir, siguiendo con la broma que me ha hecho antes.

Ella sonríe y se lleva una mano a la cintura.

—¿Qué hacemos antes: comer, o ir a por tu maleta? —me pregunta.

—Comer —contesto rápidamente, porque me estoy muriendo de hambre.

Así que terminamos sentados en el fondo de un local de comida turca, mirando por la ventana con precaución para asegurarnos que ninguno de los periodistas que nos han abordado por el camino nos haya seguido. El camarero nos sirve dos platos de falafel, junto con botes de salsas varias, y le damos las gracias antes de empezar a engullir como animales.

Desarmando a Nate [Saga Smeed 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora