El cordobés Irala era un tipo a todo dar.
Divertido, verborrágico y un caballero con todas las letras.
Contando chistes con su tonada tan particular, había pasado junto a mí más de cinco años sobre un Peugeot 408 patrullando la Ciudad de Buenos Aires. Con treinta años más que yo, me resguardó cuando arranqué en la fuerza sin entender nada y había sido confinada a una de las áreas más riesgosas de la policía: estar en la calle.Pero así debía ser: yo me instruía para ser una buena guardiana de los ciudadanos, brindarles protección y ayuda exponiendo mi propia vida.
Estando en el lugar preciso, arrestábamos punguistas en la avenida Corrientes, quemacoches en Parque Patricios por la zona de hospitales o simplemente, tomábamos la identificación de algún que otro idiota que hacía malas maniobras y ponía en riesgo el tráfico.
Noches más calmas, noches más tranquilas, llegaba a mi casa con el placer del deber cumplido; un PH al fondo en Villa Pueyrredón, al noroeste de la Ciudad de Buenos Aires donde predominaban las casas bajas con patio y donde todavía no había sido tan invadida por los grandes macizos inmobiliarios que copaban los cielos capitalinos.
Saludando a Ringo, el ruidoso pero fiel perro del vecino de adelante, atravesé el extenso pasillo hacia mi vivienda.
Caí desplomada sobre el sillón, un viejo sofá de pana color gris comprado en una feria de San Telmo un domingo en el que me había acompañado mi madre durante una de sus pocas visitas desde Rosario.
Dormitando un poco, me levanté una hora más tarde; puse la pava y me preparé unos mates amargos antes de darme una ducha veloz para quitarme el ajetreo de la noche y prepararme un revuelto de arvejas, huevo y papa para almorzar, aunque mi día estuviera desfasado del horario normal para hacerlo.
Cumpliendo jornadas de ocho horas, mis horarios iban a contramano del mundo; desde las 00hs, cuando la medianoche decía presente y la mayoría de la gente dormía, yo salía con Irala a controlar la ciudad.
La rutina era la misma de siempre: quince minutos antes de la hora señalada él pasaba a buscarme y yo, subía al patrullero para dar nuestro presente en la Comisaría 12 sobre la calle Olazábal.
De no ser por algún incidente marcado por el departamento central, nos metíamos en los suburbios, nos quedábamos bajo un puente, cruce de autopistas o simplemente, nos apostábamos en alguna esquina donde fuera necesario el control de velocidad y evitar que se corrieran "picadas" ilegales.
Sin embargo, nunca faltaba el llamado del vecino que reclamaba por música alta o reportaba alguna pelea entre familiares; nosotros asistíamos al lugar, mediábamos en el conflicto y les hacíamos prometer que trabajarían para conciliar las diferencias.
De buenos modos, Irala siempre era quien se imponía y a quien solía escuchar con mayor énfasis.
De comienzo, mi inexperiencia era evidente; nadie me tomaba en serio. Yo era invisible para el común de la gente.
Sin embargo, durante una toma de rehenes en una estación de servicio a las dos de la madrugada, cerca de Pompeya, negocié con los ladrones cara a cara, obteniendo un resultado favorable, lo que me llevó a ser respetada por mis pares y a ganar confianza.
Ganándome un lugar eso poco importaba al momento de reducir la tensión: era blanco de cargadas y chistes respecto a mi situación sentimental; mi único amante era mi cama tamaño king size, lo primero que compré apenas cobré mi salario.
Poco me había importado que mi habitación fuera estrecha y la mesa de luz tuviera reemplazada por un estante sin gracia sobre el que ponía mi celular a cargar y un velador sujetándose por medio de una pinza ancha.
Insinuaciones de mis compañeros no me faltaban; siendo un trabajo mayormente de hombres, resultaba fácil liarse con alguno y separar las cosas rápidamente al volver al trabajo.
No obstante, más que algún beso en un bar o un revolcón nocturno, no me involucraba sentimentalmente con nadie para evitar conflictos laborales.
Estudiando criminalística, me formaba universitariamente hace años, lo que reducía mis chances de sostener una pareja con el tiempo.
Echaba de menos mi Rosario natal por lo que últimamente tachaba los días para vacacionar en la casa de mis padres, o en lo de mis tíos, quienes tenían una enorme quinta con pileta en las afueras de la ciudad. Me contentaba con pensar que no faltaba mucho; por primera vez en tantos años de servicio, pasaría navidad con ellos.
Enroscando mi cabello mojado en lo alto, me puse un vestido veraniego. Pasar diciembre en Capital era sofocante pero no me quejaba; la provincia de Santa Fe solía tener una humedad espantosa.
Abrí las ventanas que daban al pequeño patio delantero y permití que una tenue brisa hiciera flamear las cortinas, entrando hacia el comedor. Crují mi cuello y encendí el televisor, práctica poco común ya que no veía noticieros, ni programas de cotilleos baratos; lo mío era alguna emisora de radio con música de los 80, con letra sustanciosa y significativa.
Engullendo un sándwich de jamón y queso untado con mayonesa, enredé mis piernas una sobre la otra y le arrojé por la ventana, un trozo de pan al perro del vecino, que cada tanto se le escapaba y traspasaba mi patio.
Con el control en mano, paré cuando vi que el canal de noticias "Crónica" destacaba en una de sus características placas rojas, que el agente Romualdo Irala, de 64 años, acababa de ser "hallado muerto a la vera de la Avenida 27 de Febrero", paralela a la margen del Riachuelo, con numerosos impactos de bala en su espalda, sin su chaleco y con las manos mutiladas.
Instantáneamente vomité.
Mi compañero, el cordobés, acababa de morir salvajemente.
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PH (Propiedad horizontal): Vivienda ubicada en el mismo terreno que otras propiedades, generalmente de desarrollo horizontal.
Rosario: Ciudad perteneciente a la provincia de Santa Fe, a poco más de 250km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Crónica TV: estación de televisión que se caracteriza por el modo sensacionalista de transmitir sus noticias de último momento: letras grandes y blancas sobre fondo rojo.
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"A un disparo"
RomanceTrinidad Kóvik cumple servicio como agente de la policía local. Su vida, rutinaria, conoce de adrenalina e injusticias sociales. Sin embargo, nunca creyó que a su compañero de patrullaje lo matarían salvajemente, entregando un mensaje mafioso a la F...