42

489 113 19
                                    

Azorado, con asco en mi paladar, leí la foja médica de Trinidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Azorado, con asco en mi paladar, leí la foja médica de Trinidad. Internada en un centro hospitalario rosarino, había recibido varios impactos de bala en su cuerpo. Lo extraño, era que había sido trasladada desde el hospital Churruca, especialista en tratar ataques de esta naturaleza, para continuar con su tratamiento en un nosocomio de menor complejidad en su lugar de nacimiento.

Recurriendo a mis limitados conocimientos médicos comprendí su cuadro: un disparo con orificio de entrada y salida en su pierna, cuya cicatriz era apenas perceptible, una bala que fracturó su clavícula y que pudo ser quitada de su carne, magullone...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Recurriendo a mis limitados conocimientos médicos comprendí su cuadro: un disparo con orificio de entrada y salida en su pierna, cuya cicatriz era apenas perceptible, una bala que fracturó su clavícula y que pudo ser quitada de su carne, magullones de menor tenor y una incipiente gestación interrumpida, eran el saldo de un brutal ataque hacia su persona.

Dejé de leer por un momento intentando ponerme en los zapatos de esta mujer que había estado al borde la muerte, con un embarazo trunco del que quizás no tenía idea y atacada por una causa poco esclarecida.

— Hola Sebas, perdoná que te moleste, pero cuando puedas llamáme por favor. Es bastante urgente― dejé un mensaje en el teléfono de mi amigo, rogando que lo escuchara cuanto antes.

Dándome fuerzas continué repasando la información suministrada por Quinteros: ajustándose a a la verdad confesada, efectivamente ella patrullaba las calles junto a un policía de apellido Irala, muerto en un confuso evento, aparentemente, en manos de un capo narco de Villa Zavaleta. De conducta intachable y sin marcas negativas en su legajo, él fallecía por una incomprobable deuda de dinero.

Algo en esa historia carecía de sustento para mí: el viejo estaba al borde del retiro y se había comprado un terrenito en Carlos Paz para mudarse con su esposa, lejos del lujo. Entonces, ¿qué ganaba con ensuciarse las manos a tan poco de cumplir con sus aportes?

Trinidad era su compañera desde hacía cinco años, nada en su legajo la involucraba en causas dudosas y no tenía ni un solo apercibimiento en su época de recluta. Había pasado de estar en la primera línea de batalla a sellar papeles en la comisaria que tuvo a Simón como superior y tras un año de servicio allí, casi coincidente con la súbita renuncia de él, ella desaparecía...para terminar en la cama de un hospital.

"A un disparo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora